jueves, 26 de junio de 2014

El poder y la violencia en Bodas de sangre

En esta nueva entrada vamos a analizar dos componentes presentes en esta tragedia de Lorca. Empezaremos con el poder, centrándonos en el poder adquisitivo de los personajes y en el poder de atracción incontrolable entre los amantes Leonardo y La Novia.

Primeramente, hemos de comentar que el matrimonio entre la Novia y el Novio es un matrimonio de conveniencia, y no uno basado en el amor y  en el deseo individual. Ambas familias, campesinas, no son muy ricas, pero gracias a que trabajan las tierras del campo, sus capitales son buenos. Esto lo podemos observar casi al final del cuadro segundo de primer acto, cuando el Novio y su madre van a la tienda a comprar unas medias para regalárselas a la Novia:
Muchacha: Señora.
Suegra: ¿Qué pasa?
Muchacha: Llegó el novio a la tienda y ha comprado todo lo mejor que había.
Suegra: ¿Vino solo?

Muchacha: No, con su madre. Seria, alta. (La imita) Pero ¡qué lujo!
Suegra: Ellos tienen dinero.
Muchacha: ¡Y compraron unas medias caladas!... ¡Ay, qué medias! ¡El sueño de las mujeres en medias! Mire usted: una golondrina aquí (Señala el tobillo.), un barco aquí (Señala la pantorrilla.) y aquí una rosa. (Señala el muslo.)
Suegra: ¡Niña!
Muchacha: ¡Una rosa con las semillas y el tallo! ¡Ay! ¡Todo en seda!
Suegra: Se van a juntar dos buenos capitales. 

Esta boda se realiza con el fin de elevar las riquezas de las dos familias, juntando las tierras que la madre del Novio tiene con las que el padre de la Novia posee. Y así nos lo hacen ver los personajes en este parlamento del cuadro tercero del primer acto:
Padre: (Sonriendo) Tú eres más rica que yo. Las viñas valen un capital. Cada pámpano una moneda de plata. Lo que siento es que las tierras.... ¿entiendes?... estén separadas. A mí me gusta todo junto. Una espina tengo en el corazón, y es la huertecilla esa metida entre mis tierras, que no me quieren vender por todo el oro del mundo. 
Novio: Eso pasa siempre.
Padre: Si pudiéramos con veinte pares de bueyes traer tus viñas aquí y ponerlas en la ladera. ¡Qué alegría!...
Madre: ¿Para qué?
Padre: Lo mío es de ella y lo tuyo de él. Por eso. Para verlo todo junto, ¡que junto es una hermosura!
Novio: Y sería menos trabajo.
Madre: Cuando yo me muera, vendéis aquello y compráis aquí al lado.
Padre: Vender, ¡vender! ¡Bah!; comprar hija, comprarlo todo. Si yo hubiera tenido hijos hubiera comprado
todo este monte hasta la parte del arroyo. Porque no es buena tierra; pero con brazos se la hace buena, y como no pasa gente no te roban los frutos y puedes dormir tranquilo. (Pausa.) 

Además, cuando se acerca la boda, los novios y los padres de ambos irán en coche hasta la iglesia, y los invitados en carros y caballerías. Una vez más nos muestran que, pese a que el padre de la Novia pone como excusa para ir en automóvil la larga distancia que hay de su casa a la iglesia, el coche tiene más nivel social que un simple carro.
Además, hemos de comentar que la madre del Novio no parece tan materialista como el padre de la Novia, pues, mientras que éste solo desea que se unan las tierras y así obtener más beneficios, la única ilusión de la madre del Novio son los nietos, más concretamente las nietas.

Tras analizar el poder adquisitivo visible sobre todo en las dos escenas que hemos comentado, la compra de medias a la Novia y el pensamiento del padre de ésta de juntar las tierras, pasemos comentar otro tipo de poder palpable en la obra: el de la atracción incontrolable entre Leonardo y la Novia.
Como ya sabemos, Leonardo es el antiguo novio de la Novia y a pesar de que ésta está prometida, Leonardo la visita casi todas las noches montado en su caballo (símbolo de pasión desenfrenada sensualidad, virilidad, que los conducirá al bosque donde les espera su trágico sino, al cual no pueden controlar), hasta que en la noche de bodas se fugan juntos. Este poder de atracción irresistible entre ellos es algo que ni Leonardo ni la Novia pueden evitar, así pues, son arrojados por un destino telúrico incontrolable que terminará en tragedia, puesto que Leonardo muere.
Leonardo:
¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
Porque yo quise olvidar
y puse un muro de piedra 

entre tu casa y la mía.
Es verdad. ¿No lo recuerdas?
Y cuando te vi de lejos
me eché en los ojos arena.
Pero montaba a caballo
y el caballo iba a tu puerta.
Con alfileres de plata
mi sangre se puso negra,
y el sueño me fue llenando
las carnes de mala hierba.
Que yo no tengo la culpa,
que la culpa es de la tierra 

y de ese olor que te sale
de los pechos y las trenzas
.

Pasemos ahora a analizar, otro de los elementos presentes en la obra, la violencia, que quizás sea el más importante, pues tiene relación directa con la muerte y por tanto, con el final trágico de algunos personajes de la obra.
La violencia en Bodas de sangre la podemos encontrar reflejada de diversas maneras: en disputas verbales, en actitudes violentas de los personajes, en los recuerdos hacia los Félix de la madre del Novio, en elementos como el cuchillo, el caballo, la nana que la mujer y la Suegra cantan al niño, la luna, la mendiga..., todos ellos presagios de la muerte.
Desde el comienzo de la obra, el cuchillo (símbolo de violencia y muerte) estará presente en la memoria de la madre del Novio, la cual, siente terror y a la vez odio por este tipo de armas. Recordemos que tanto su marido como uno de los hijos murieron a manos de un miembro de la familia de los Félix. Así pues, cuando su hijo le pide que se vaya con él a las viñas ella se niega argumentado:
Madre: No. Yo no puedo dejar aquí solos a tu padre y a tu hermano. Tengo que ir todas las mañanas, y si me voy es fácil que muera uno de los Félix, uno de la familia de los matadores, y lo entierren al lado. ¡Y eso sí que no! ¡Ca! ¡Eso sí que no! Porque con las uñas los desentierro y yo sola los machaco contra la tapia. 
   Vemos en esta última frase que la madre pronuncia de manera violenta, el odio que siente todavía hacia esa familia, hacia los que mataron a su esposo y su hijo. La sed de venganza y violencia de la viuda se hace patente en este fragmento. Al final del primer cuadro del acto primero, vemos a una Madre alterada, con una notable amargura reforzando el sentido de odio hacia la familia de los Félix al enterarse por una vecina que el antiguo novio de su futura nuera es Leonardo, miembro de esa familia:
Madre: A cada uno le gusta enterarse de lo que le duele. ¿Quién fue el novio?
Vecina: Leonardo.
Madre: ¿Qué Leonardo?
Vecina: Leonardo, el de los Félix. 

Madre: (Levantándose)¡De los Félix!
Vecina: Mujer, ¿qué culpa tiene Leonardo de nada? Él tenía ocho años cuando las cuestiones.
Madre: Es verdad... Pero oigo eso de Félix y es lo mismo (entre dientes) Félix que llenárseme de cieno la boca (escupe), y tengo que escupir, tengo que escupir por no matar. 

Más adelante, las ganas de venganza y lucha se acrecientan en la madre cuando averiguan que la Novia se ha fugado con Leonardo, uno de los Félix, tras la boda:
Padre: ¡No es verdad! ¡Mi hija, no!
Madre: ¡Tu hija, sí! Planta de mala madre, y él, él también, él. Pero ¡ya es la mujer de mi hijo! 
[…]
Madre: (Al hijo) ¡Anda! ¡Detrás! (Salen con dos mozos.) No. No vayas. Esa gente mata pronto y bien...; pero sí, corre, y yo detrás!
Padre: No será ella. Quizá se haya tirado al aljibe.
Madre: Al agua se tiran las honradas, las limpias; ¡esa, no! Pero ya es mujer de mi hijo. Dos bandos. Aquí hay ya dos bandos. (Entran todos.) Mi familia y la tuya. Salid todos de aquí. Limpiarse el polvo de los zapatos. Vamos a ayudar a mi hijo. (La gente se separa en dos grupos.) Porque tiene gente; que son: sus primos del mar y todos los que llegan de tierra adentro. ¡Fuera de aquí! Por todos los caminos. Ha llegado otra vez la hora de la sangre. Dos bandos. Tú con el tuyo y yo con el mío. ¡Atrás! ¡Atrás!

Otra presencia de la violencia, pero esta vez de manera distinta, la observamos en la nana que le canta la Suegra y la Mujer al niño, cuya letra vaticinará lo que ocurrirá más adelante:
Suegra:
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Las patas heridas,
las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaban al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
más fuerte que el agua.
  Esta imagen del caballo herido, helado, con un puñal clavado en los ojos y la sangre que corre río abajo presagia el futuro funesto de Leonardo, reflejado en la figura simbólica del caballo. Es un pasaje cargado de violencia y tragedia, pues nos revela que Leonardo morirá y en las condiciones en las que lo hará. Más adelante, cuando se dirigen a la boda de la Novia y el Novio, su Mujer le dice a Leonardo: “tienes una espina en cada ojo”, imagen igualmente violenta que nos hace recordar esta nana en la que el puñal de plata se clava en los ojos del caballo.
Además de la violencia en su sentido más general, podemos presenciar unas actitudes violentas, amenazadoras y chulescas por parte de Leonardo y de la Novia.
En cuanto al primero, podemos verlas cuando se entera que su antigua novia se va a casar y el Novio acude a la tienda a comprar un regalo para esta:
Muchacha: Vengo a deciros lo que están comprando.
Leonardo: (Fuerte) No nos importa.
Mujer: Déjala.
Suegra: Leonardo, no es para tanto.
Muchacha: Usted dispense. (Se va llorando.)
Suegra: ¿Qué necesidad tienes de ponerte a mal con las gentes?
Leonardo: No le he preguntado su opinión. (Se sienta)
Suegra: Está bien.
(Pausa)
Mujer: (A Leonardo)¿Qué te pasa? ¿Qué idea te bulle por dentro de cabeza? No me dejes así, sin saber nada...
Leonardo: Quita.
Mujer: No. Quiero que me mires y me lo digas.
Leonardo: Déjame. (Se levanta.)
Mujer: ¿Adónde vas, hijo?
Leonardo: (Agrio) ¿Te puedes callar?

En cuanto a la Novia, adopta una actitud violenta cuando la criada descubre que el que la visita todas las noches no es el Novio sino Leonardo:
Novia: ¿No sería mi novio? Algunas veces ha pasado a esas horas.
Criada: No.
Novia: ¿Tú le viste?
Criada: Sí.
Novia: ¿Quién era?
Criada: Era Leonardo.
Novia: (Fuerte) ¡Mentira! ¡Mentira! ¿A qué viene aquí?
Criada: Vino. 

Novia: ¡Cállate! ¡Maldita sea tu lengua! (Se siente el ruido de un caballo.)
Criada: (En la ventana) Mira, asómate. ¿Era?
Novia: ¡Era!

Otro ejemplo de violencia es el que adoptan ahora los dos amantes (la Novia y Leonardo) cuando este va a visitarla antes de la boda, en un ambiente tenso y con una actitud violenta podemos leer:
Leonardo: Amarrado por ti, hecho con tus dos manos. A mí me pueden matar, pero no me pueden escupir. Y la plata, que brilla tanto, escupe algunas veces.
Novia: ¡Mentira!
Leonardo: No quiero hablar, porque soy hombre de sangre, y no quiero que todos estos cerros oigan mis voces.
Novia: Las mías serían más fuertes.
Criada: Estas palabras no pueden seguir. Tú no tienes que hablar de lo pasado. (La criada mira a las puertas presa de inquietud.)
Novia: Tienes razón. Yo no debo hablarte siquiera. Pero se me calienta el alma de que vengas a verme y atisbar mi boda y preguntes con intención por el azahar. Vete y espera a tu mujer en la puerta.
Leonardo: ¿Es que tú y yo no podemos hablar?
Criada: (Con rabia) No; no podéis hablar. 
[…]
Criada: (Cogiendo a Leonardo por las solapas) ¡Debes irte ahora mismo!
Leonardo: Es la última vez que voy a hablar con ella. No temas nada. 

El punto culmen de la violencia lo vemos en la escena en el que la Mendiga, guiada previamente por la Luna, da muerte a Leonardo y al Novio en el bosque. La historia se ha vuelto a repetir para la madre del Novio, que desde el principio de la obra, presagiaba que algo funesto relacionado con las navajas le pasaría a su hijo. Por segunda vez, un miembro de la familia de los Félix ha matado al único hijo que le quedaba a la Madre:
Madre:
Vecinas: con un cuchillo,
con un cuchillito,
en un día señalado, entre las dos y las tres,
se mataron los dos hombres del amor.
Con un cuchillo.
con un cuchillito
que apenas cabe en la mano,
pero que penetra fino
por las carnes asombradas
y que se para en el sitio
donde tiembla enmarañada
la oscura raíz del grito.

Por último, destacaremos nuevamente una actitud violenta de la Madre del Novio, pero esta vez no hacia la familia de los Félix, sino hacia la Novia, pues la considera la causante de la muerte de su hijo: si ella no se hubiera fugado con Leonardo, nada hubiera pasado:
Madre: Por eso pregunto quién es. Porque tengo que no reconocerla, para no clavarla mis dientes en el cuello. ¡Víbora! (Se dirige hacia la novia con ademán fulminante; se detiene. A la vecina.) ¿La ves? Está ahí, y está llorando, y yo quieta, sin arrancarle los ojos. No me entiendo. ¿Será que yo no quería a mi hijo? Pero, ¿y su honra? ¿Dónde está su honra? (Golpea a la novia. Ésta cae al suelo.)
Vecina: ¡Por Dios! (Trata de separarlas.)
Novia: (A la vecina) Déjala; he venido para que me mate y que me lleven con ellos. (A la madre.) Pero no con las manos; con garfios de alambre, con una hoz, y con fuerza, hasta que se rompa en mis huesos. ¡Déjala! Que quiero que sepa que yo soy limpia, que estaré loca, pero que me puedan enterrar sin que ningún hombre se haya mirado en la blancura de mis pechos. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario