jueves, 26 de junio de 2014

El poder y la violencia en La paz perpetua

Dos de los temas centrales de esta obra de Juan Mayorga es el tratamiento del poder ejercido sobre otros y la violencia, no sólo física, sino también mental. Ambos se hacen notables durante todo el argumento, si bien el primero, el poder, posee un mayor tratamiento directa e indirectamente a lo largo de los diálogos de los personajes.

Si nos centramos en el análisis de poder, primero debemos mirar a cada uno de los personajes y las dotes de “sometimiento” que poseen, así como sus debilidades, que podrían convertirlos fácilmente en la otra parte de la dominación.

Si comenzamos con los tres protagonistas, Odín es un perro físicamente atlético, fuerte, un cruce de “dos chuchos callejeros” (p. 36), y posee una mente manipuladora que queda patente en diversos momentos de la historia, como el siguiente, cuando intenta convencer a John-John para que mate a Enmanuel:
"ODÍN […] Ese tipo, Enmanuel. No me fío de él.
JOHN-JOHN Ni yo.
ODÍN S boca dice una cosa y su olor expresa otra. [...] Él sabe que tú eres un rival invencible. Por eso se ha inventado lo de las cámaras. Perro listo.
[…]
ODÍN […] ¿Sabes lo que me acaba de decir sobre ti?
JOHN-JOHN ¿Qué? ¿Qué te ha dicho de mí?
ODÍN Mucho músculo, pero tiene menos calle que Venecia.
[…]
ODÍN […] Quiere privarte de tu mayor virtud: el instinto. Sabe que está perdido si te dejas guiar por tu instinto. ¿Qué te pide tu instinto?
JOHN-JOHN Matarlo.
ODÍN Quiero verlo a tus pies, con el cuello partido, desangrándose."

Discursos como el visto arriba hacen de Odín el manipulador de la camada. Sin embargo, su falta de escrúpulos, su instinto puramente animal y asesino aprendido tras una dura vida en la calle (como refleja en esta intervención de abajo), lo han transformado en un ser despiadado, carente de sentimientos, cuyo única meta en esta vida es su propio “bienestar” (p.65) y su supervivencia:
"ODÍN La calle, mi universidad. En la calle aprendí a gruñir para dar miedo y a aullar para lástima […]".

En definitiva, de Odín podría decirse que es un animal que se guía por sus instintos, por su afán de supervivencia, sin reparar en el precio de la misma. Puede parecer a simple vista u inteligente manipulador, pero su talón de Aquiles es que su propia naturaleza le hace no ser dueño de lo más importante: de sí mismo.

John-John, por el contrario, es un perro dócil, manipulable, cuya educación en una escuela para perros prácticamente ha condicionado sus dotes animales y lo ha sometido a comportarse como un perro obediente y eficiente, toda una máquina de sometimiento preparada para ser moldeada a gusto de su dueño. Como observamos en situaciones como la señalada al comienzo de esta entrada, cuando se deja engañar por Odín para matar a Enmanuel, o en la siguiente escena, cuando rechaza esta idea tras el planteamiento filosófico que le expone Enmanuel, John-John carece de personalidad propia en el sentido de que se ve incapaz de actuar sin recibir una orden precisa. Esto se vuelve aún más palpable en un de las escenas finales de la obra:
“JOHN-JOHN Quiero ser un buen perro, pero necesito órdenes claras. Lánceme sobre él y lo pondré de rodillas ante usted. ¿Es eso lo que quiere?
HUMANO En el colegio, John-John, ¿no le enseñaron a evaluar una situación así y darle respuesta?
JOHN-JOHN ¿Quiere o no quiere que muerda a ese hombre? ¿Es otro ejercicio de razonamiento? Mi cabeza me va a estallar. Me voy.”

Como puede verse, John-John (al igual que Odín), es presa de sometimiento impuesto, en este caso, por un adoctrinamiento recibido durante sus años de educación: está tan condicionado por los conceptos teóricos adquiridos que es incapaz de reaccionar y actuar por voluntad propia. Sin embargo, los desafíos intelectuales, los retos que le hacen pensar acerca de la posibilidad de que haya una respuesta más allá de la aparentemente correcta (como cuando Enmanuel le expone la teoría de Pascal), hacen que el personaje tenga momentos de “lucidez” racional, e intente pensar por sí mismo, liberándose de las cadenas de la educación puramente científica y racional.

El tercer perro co-protagonista es Enmanuel. Su dilatada sabiduría filosófica es un alma de doble filo: por un lado, le aventaja a la hora de imponerse sobre sus adversarios sin necesidad de emplear la fuerza física, sino el desconcierto mental. Sin embargo, la moral que le proporciona esta filosofía de vida kantiana, en la que prima la presunción de inocencia de las personas y los valores establecidos en la sociedad (“Si hubieses visto la sangre de los inocentes, no hablarías como hablas”, p.57; Luchamos por los valores”, p.89) marcan el eje central de su comportamiento.
Al igual que en el caso de sus compañeros, el pasado de Enmanuel ejerce una fuerte influencia sobre su modo de actuar: vive atado al recuerdo de su última dueña, una mujer invidente que murió en una explosión de bomba.

En el caso de Casius y el Humano, personajes secundarios que desempeñan una función innegable durante toda la obra, el poder que ejercen sobre los personajes es principalmente físico (el espacio cerrado, uso de correas y bozales, traslado a diferentes dependencias del lugar), aunque también psicológico (la medición del tiempo, la competición por un único puesto para formar parte del grupo K7). Ambos personajes ejercen el poder máximo sobre los tres candidatos, que se muestran jóvenes, fuertes y ágiles en contraste con la cansada y malograda figura del examinador (es tuerto, cojea), quien en una intervención casi al final de la obra, reconoce su pesadez por lo que ha sido de él con el paso de los años:
"CASIUS ¿Quiere ser como yo? ¿Me ha mirado bien, muchacho? ¿Se ha preguntado por qué ladeo mi cabeza para escucharle? Porque m oreja derecha está tan seca como mi ojo izquierdo. Tengo dolores que apenas me dejan dormir, y cuando consigo hacerlo, las pesadillas no me dejan descansar. […]Hoy doy miedo a los niños. Hoy yo mismo me doy miedo […]".

Como nota curiosa, cabe destacar cómo al principio de la obra, Casius asegura a los aspirantes que el Humano “está aquí para servirles” (p.33) cuando, en realidad, son ellos los que van  a someterse al Humano y sus correas y bozales durante diferentes momentos de la acción.

De un modo más general, podemos argumentar que en la obra se dan dos tipos de poder principal: el físico (impuesto por los propios personajes y su fuerza bruta, así como por el espacio y el tiempo), y el psicológico, simbolizado a través de la memoria, los recuerdos, los sentimientos, las experiencias vividas, la manipulación y los organigramas de poder establecidos tanto a pequeña escala (entre los tres perros, el examinador y el humano) como a gran escala (los jefes del examinador, la sociedad por la que hay que mantener el orden, los derechos y leyes, etc.).

En cuanto a la violencia, podemos encontrar multitud de ejemplos que conllevan una agresión física dentro de la obra. Por citar algunos: cuando Odín tiene la intención de agredir a sus compañeros en diferentes momentos de la acción de la obra o cuando incita a John-John para asesinar a Enmanuel; la “música” que escucha John-John, que resultan ser gritos, sirenas y caos reproducidos en sus auriculares con un volumen ensordecedor; las peleas entre perros que relata Enmanuel durante su entrevista personal y la muerte de Isabel, la anterior dueña de Enmanuel, víctima de una explosión de bomba.

Sin embargo, durante la trama se intenta mantener una postura pacifista. Esto no es sólo reconocible en la neutralidad mostrada por Enmanuel ante situaciones de peligro, sino también en algunos comentarios, como el siguiente de John-John:
"JOHN-JOHN Lección cuarenta y uno: “Una manifestación mal resuelta / bien se convierte en revuelta”. Te enseñan a ser persuasivo, a que utilices la violencia como último recurso. Lección treinta y nueve: “Si sabes enseñar los dientes, / no precisas morder gentes".

Otro buen ejemplo es el de la justificación de violencia por el afán de supervivencia, en propia defensa podría decirse, que relata Enmanuel durante su entrevista personal:
"ENMANUEL Si estoy vivo es porque maté. Aquellas peleas sólo acababan en muerte. Sólo valía ganar. Había chicos más fuertes, pero yo sabía esperar mi ocasión".

Asimismo, la venganza no es algo que Enmanuel contemple como justificación de la violencia, y así lo deja claro en su diálogo con Caisus:
"CASIUS No queremos a nadie que no domine sus emociones. No queremos a nadie que utilice este trabajo para pagar deudas personales.
ENMANUEL No puedo pagar esa deuda. Esa deuda es impagable".

 PP




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