Dos de los temas centrales de esta obra de Juan Mayorga es
el tratamiento del poder ejercido sobre otros y la violencia, no sólo física,
sino también mental. Ambos se hacen notables durante todo el argumento, si bien
el primero, el poder, posee un mayor tratamiento directa e indirectamente a lo
largo de los diálogos de los personajes.
Si nos centramos en el análisis de poder, primero debemos
mirar a cada uno de los personajes y las dotes de “sometimiento” que poseen,
así como sus debilidades, que podrían convertirlos fácilmente en la otra parte
de la dominación.
Si comenzamos con los tres protagonistas, Odín es un perro
físicamente atlético, fuerte, un cruce de “dos
chuchos callejeros” (p. 36), y posee una mente manipuladora que queda
patente en diversos momentos de la historia, como el siguiente, cuando intenta
convencer a John-John para que mate a Enmanuel:
"ODÍN […] Ese tipo,
Enmanuel. No me fío de él.
JOHN-JOHN Ni yo.
ODÍN S boca dice una
cosa y su olor expresa otra. [...] Él sabe que tú eres un rival invencible. Por
eso se ha inventado lo de las cámaras. Perro listo.
[…]
ODÍN […] ¿Sabes lo que
me acaba de decir sobre ti?
JOHN-JOHN ¿Qué? ¿Qué
te ha dicho de mí?
ODÍN Mucho músculo,
pero tiene menos calle que Venecia.
[…]
ODÍN […] Quiere
privarte de tu mayor virtud: el instinto. Sabe que está perdido si te dejas
guiar por tu instinto. ¿Qué te pide tu instinto?
JOHN-JOHN Matarlo.
ODÍN Quiero verlo a
tus pies, con el cuello partido, desangrándose."
Discursos como el visto arriba hacen de Odín el manipulador
de la camada. Sin embargo, su falta de escrúpulos, su instinto puramente animal
y asesino aprendido tras una dura vida en la calle (como refleja en esta
intervención de abajo), lo han transformado en un ser despiadado, carente de
sentimientos, cuyo única meta en esta vida es su propio “bienestar” (p.65) y su
supervivencia:
"ODÍN La calle, mi
universidad. En la calle aprendí a gruñir para dar miedo y a aullar para
lástima […]".
En definitiva, de Odín podría decirse que es un animal que
se guía por sus instintos, por su afán de supervivencia, sin reparar en el
precio de la misma. Puede parecer a simple vista u inteligente manipulador,
pero su talón de Aquiles es que su propia naturaleza le hace no ser dueño de lo
más importante: de sí mismo.
John-John, por el contrario, es un perro dócil, manipulable,
cuya educación en una escuela para perros prácticamente ha condicionado sus
dotes animales y lo ha sometido a comportarse como un perro obediente y
eficiente, toda una máquina de sometimiento preparada para ser moldeada a gusto
de su dueño. Como observamos en situaciones como la señalada al comienzo de
esta entrada, cuando se deja engañar por Odín para matar a Enmanuel, o en la
siguiente escena, cuando rechaza esta idea tras el planteamiento filosófico que
le expone Enmanuel, John-John carece de personalidad propia en el sentido de
que se ve incapaz de actuar sin recibir una orden precisa. Esto se vuelve aún
más palpable en un de las escenas finales de la obra:
“JOHN-JOHN Quiero ser
un buen perro, pero necesito órdenes claras. Lánceme sobre él y lo pondré de
rodillas ante usted. ¿Es eso lo que quiere?
HUMANO En el colegio,
John-John, ¿no le enseñaron a evaluar una situación así y darle respuesta?
JOHN-JOHN ¿Quiere o no quiere que muerda a ese hombre? ¿Es otro ejercicio de razonamiento? Mi cabeza me va a estallar. Me voy.”
JOHN-JOHN ¿Quiere o no quiere que muerda a ese hombre? ¿Es otro ejercicio de razonamiento? Mi cabeza me va a estallar. Me voy.”
Como puede verse, John-John (al igual que Odín), es presa de
sometimiento impuesto, en este caso, por un adoctrinamiento recibido durante
sus años de educación: está tan condicionado por los conceptos teóricos
adquiridos que es incapaz de reaccionar y actuar por voluntad propia. Sin
embargo, los desafíos intelectuales, los retos que le hacen pensar acerca de la
posibilidad de que haya una respuesta más allá de la aparentemente correcta
(como cuando Enmanuel le expone la teoría de Pascal), hacen que el personaje
tenga momentos de “lucidez” racional, e intente pensar por sí mismo,
liberándose de las cadenas de la educación puramente científica y racional.
El tercer perro co-protagonista es Enmanuel. Su dilatada
sabiduría filosófica es un alma de doble filo: por un lado, le aventaja a la
hora de imponerse sobre sus adversarios sin necesidad de emplear la fuerza
física, sino el desconcierto mental. Sin embargo, la moral que le proporciona
esta filosofía de vida kantiana, en la que prima la presunción de inocencia de
las personas y los valores establecidos en la sociedad (“Si hubieses visto la sangre de los inocentes, no hablarías como
hablas”, p.57; “Luchamos por los
valores”, p.89) marcan el eje central de su comportamiento.
Al igual que en el caso de sus compañeros, el pasado de
Enmanuel ejerce una fuerte influencia sobre su modo de actuar: vive atado al
recuerdo de su última dueña, una mujer invidente que murió en una explosión de
bomba.
En el caso de Casius y el Humano, personajes secundarios que
desempeñan una función innegable durante toda la obra, el poder que ejercen
sobre los personajes es principalmente físico (el espacio cerrado, uso de
correas y bozales, traslado a diferentes dependencias del lugar), aunque
también psicológico (la medición del tiempo, la competición por un único puesto
para formar parte del grupo K7). Ambos personajes ejercen el poder máximo sobre
los tres candidatos, que se muestran jóvenes, fuertes y ágiles en contraste con
la cansada y malograda figura del examinador (es tuerto, cojea), quien en una
intervención casi al final de la obra, reconoce su pesadez por lo que ha sido de
él con el paso de los años:
"CASIUS ¿Quiere ser
como yo? ¿Me ha mirado bien, muchacho? ¿Se ha preguntado por qué ladeo mi
cabeza para escucharle? Porque m oreja derecha está tan seca como mi ojo
izquierdo. Tengo dolores que apenas me dejan dormir, y cuando consigo hacerlo,
las pesadillas no me dejan descansar. […]Hoy doy miedo a los niños. Hoy yo mismo
me doy miedo […]".
Como nota curiosa, cabe destacar cómo al principio de la
obra, Casius asegura a los aspirantes que el Humano “está aquí para servirles” (p.33) cuando, en realidad, son ellos
los que van a someterse al Humano y sus
correas y bozales durante diferentes momentos de la acción.
De un modo más general, podemos argumentar que en la obra se
dan dos tipos de poder principal: el físico (impuesto por los propios
personajes y su fuerza bruta, así como por el espacio y el tiempo), y el
psicológico, simbolizado a través de la memoria, los recuerdos, los
sentimientos, las experiencias vividas, la manipulación y los organigramas de
poder establecidos tanto a pequeña escala (entre los tres perros, el examinador
y el humano) como a gran escala (los jefes del examinador, la sociedad por la
que hay que mantener el orden, los derechos y leyes, etc.).
En cuanto a la violencia, podemos encontrar multitud de
ejemplos que conllevan una agresión física dentro de la obra. Por citar
algunos: cuando Odín tiene la intención de agredir a sus compañeros en
diferentes momentos de la acción de la obra o cuando incita a John-John para
asesinar a Enmanuel; la “música” que escucha John-John, que resultan ser
gritos, sirenas y caos reproducidos en sus auriculares con un volumen
ensordecedor; las peleas entre perros que relata Enmanuel durante su entrevista
personal y la muerte de Isabel, la anterior dueña de Enmanuel, víctima de una
explosión de bomba.
Sin embargo, durante la trama se intenta mantener una
postura pacifista. Esto no es sólo reconocible en la neutralidad mostrada por
Enmanuel ante situaciones de peligro, sino también en algunos comentarios, como
el siguiente de John-John:
"JOHN-JOHN Lección
cuarenta y uno: “Una manifestación mal resuelta / bien se convierte en
revuelta”. Te enseñan a ser persuasivo, a que utilices la violencia como último
recurso. Lección treinta y nueve: “Si sabes enseñar los dientes, / no precisas
morder gentes".
Otro buen ejemplo es el de la justificación de violencia por
el afán de supervivencia, en propia defensa podría decirse, que relata Enmanuel
durante su entrevista personal:
"ENMANUEL Si estoy vivo es porque maté. Aquellas peleas sólo acababan en muerte. Sólo valía ganar. Había chicos más fuertes, pero yo sabía esperar mi ocasión".
"ENMANUEL Si estoy vivo es porque maté. Aquellas peleas sólo acababan en muerte. Sólo valía ganar. Había chicos más fuertes, pero yo sabía esperar mi ocasión".
Asimismo, la venganza no es algo que Enmanuel contemple como
justificación de la violencia, y así lo deja claro en su diálogo con Caisus:
"CASIUS No queremos a nadie que no domine sus emociones. No queremos a nadie que utilice este trabajo para pagar deudas personales.
"CASIUS No queremos a nadie que no domine sus emociones. No queremos a nadie que utilice este trabajo para pagar deudas personales.
ENMANUEL No puedo
pagar esa deuda. Esa deuda es impagable".
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