jueves, 26 de junio de 2014

El poder y la violencia en Los niños perdidos. Parte II: el poder.

El análisis del poder dentro de la obra de Laila Ripoll va más allá de las líneas que expresan en el texto algún tipo de dominio basado en las amenazas, la imposición física o la posición superior dentro de un sistema oligárquico: el poder del miedo, de la Iglesia, de la España franquista, y el poder del perdón son algunos de los aspectos implícitos en la obra que no se ven a simple vista, a no ser que se tome el conjunto del texto y se extraigan conclusiones de los relatos sensitivos de los personajes.

Podríamos empezar por mencionar un tipo de poder muy común: la imposición del hombre sobre la mujer. Aunque es un hecho que podría considerarse meramente casual y no intencionado, lo cierto es que en dos momentos de la obra (uno al principio y otro casi al final), observamos cómo Lázaro se orina, desde la ventana del ático en el que está encerrado, sobre las niñas que juegan en el patio:
LÁZARO ¡Toma castaña!... “¡Llueve agua, llueven gotas, llueve pis y llueve sopa!”. Eso, tonta, tú abre bien la bocaza y ya verás la de agua que te tragas… ¡Toma, cinco puntos por acertar a la del vestido verde! ¡Por cursi y por tonta! Sí, sí, llueve, llueve… (p.37)
LÁZARO se acerca a la ventana.

TUSO ¿Dónde vas?

LÁZARO A sacarme la cola a la ventana.

TUSO ¿Para qué?

LÁZARO Para mearme en las niñas del colegio de al lado. (pp. 115-116).

No es sólo su acción escatológica lo que refuerza el ideal del dominio masculino, sino la posición desde la que se desarrolla la acción: el piso más alto de un edificio, el ático.
Continuando con Lázaro, hay dos momentos en la acción en el que demuestra el poder de la fuerza bruta, el poder “del más fuerte” dentro de un grupo. En ambos casos, logra imponerse sobre Cucachica – el más pequeño de los tres niños – quien termina obedeciendo a las imposiciones de su amigo:
MARQUÉS ¿Es verdad que trae leche?

LÁZARO No sé, desde aquí no lo veo. Vete a mirarlo.

MARQUÉS ¿Y por qué no vas tú?

LÁZARO Porque soy más grande.

[…]

CUCA ¿Y la leche?

LÁZARO Vete a mirar.

CUCA ¿Y por qué tengo que ir yo?

LÁZARO Porque eres más pequeño.

CUCA ¿Y qué?

LÁZARO Pues que si se despierta… te pilla después.

CUCA ¿Y si no quiero?

LÁZARO Pues cobras.

CUCA Bueno.

En la siguiente escena, sólo unas líneas más adelante de la escena referida antes, es Marqués quien empieza a mostrar su poder sobre la figura del pequeño Cuca, aunque termina siendo Lázaro quien se impone sobre este último obligándole a comerse los restos de pan mojado que ha desparramado por el suelo sin querer un momento antes:
CUCA Me he hecho pis.
MARQUÉS Cállate, que te voy a tirar por la ventana…

[…]
CUCA ¿Me dais?
LÁZARO Tú cómete lo que has tirado por el suelo, que ya has fastidiado bastante.
CUCA Bueno. (Chuperretea el suelo con los restos de pan mojado).

Asimismo, en las líneas que siguen, chantajea a Marqués para que se autolesione y humille a cambio de compartir con él la comida (p. 48).
En cambio, Lázaro no es el único que hace uso del chantaje para mostrar su superioridad. Tuso, en medio de la acción, amenaza con irse y dejar a los niños solos en el ático, a no ser que a partir de ese momento se comporten y hagan lo que él les diga: “Bueno, pero si queréis que me quede, tenéis que hacer lo que yo diga” (p.75).


Si hay dos tipos de poder que están constantemente presentes en la obra son el poder la Iglesia y del Régimen durante el periodo de Guerra y Post-Guerra Civil española.
Dentro de cada uno de estos “superpoderes” autoritarios, podemos encontrar algunos subgrupos o “subpoderes” que se plasman a lo largo de todo el relato.
       Referente al poder eclesiástico, podemos diferenciar dos grandes subgrupos: el castigo y la salvación.
El primero será palpable en el discurso sobre el infierno que hace Sor durante sus primeras intervenciones (especialmente pp.52-54), así como en la parodia de Sor Veneno que hace Lázaro, en la que se hace referencia a la privación del correo y al desprecio hacia los pequeños por considerarse que han nacido del pecado, que son miserias humanas que están acogidas en el orfanato gracias a la caridad de la Iglesia:
LÁZARO Soy la más guapa del Hogar y vengo a traeros las cartas que habéis recibido… A ver, a ver… (Saca un paquetito.) Aquí hay una cartita, ¿para quién será, para quién será?

TODOS ¡Para mí! ¡Para mí!

LÁZARO Es para… para… para… Jesús Sánchez Algodonal.

CUCA ¡Soy yo! ¡Soy yo!

LÁZARO Uy, qué gordaaa… Seguro que trae tebeos y de todo.

[…]

LÁZARO Seguro,¡qué bien! Pero como te has portado mal y estás castigado… tendrás que esperar a la próxima. (Rompe el paquete.) ¡Ohhhhh! ¡Qué lástima, porque sí que son tebeos, y viene carta de tus tíos! ¡Qué pena, con la ilusión que te hacía!

[…]

LÁZARO Mirad qué trenza tengo. Lo que os pasa es que sois unos envidiosos de tomo y lomo. Porque sois basuritas, que no os merecéis nada. Si estáis aquí, arrancados de la miseria material y moral, es por pura caridad […].

El poder de Sor sobre los niños, amén del acto de homicidio cometido por este personaje sobre la figura de los tres niños, se ve cuando Tuso la imita y emula uno de los castigos a los que eran sometidos:
TUSO A callar ahora mismo, miserias: Lázaro Expósito, de rodillas y a escribir dos mil trescientas veces y con buena letra: “No volveré a pelear ni a decir malas palabras”, y cuidadito que a la más pequeña me lío contigo a patadas, y Sebastián Marqués, cara a la pared, a la pata coja y sujetando una moneda con la frente, y ¡ay de ti como escuche que se te cae!, porque la paliza que te arreo es minina.

Sin embargo, como hemos mencionado antes, la Iglesia es una moneda con doble cara, y donde ofrece dolor, castigo y desprecio, también alberga esperanza, consuelo y salvación. Hay dos ejemplos claros de este hecho: en primer lugar, las dos canciones de temática religiosa que interpreta Tuso en dos momentos críticos de la historia para serenar y calmar a Cuca (pp. 63 y 65). En segundo lugar, tenemos la encarnación de San Judas Tadeo (patrón de las causas imposibles) cuando Cucachica se disfraza y sale del armario, empuñando una falsa espada a voz en grito, y se enfrenta a la señorita Veneno:
CUCA (Imitando los modos y maneras de un superhéroe a lo Guerrero del Antifaz.) ¡Tachaaaán! ¡Fuera, fuera bellacos, que aquí llega san Judas Tadeo para luchar contra los malvados! ¡Ea, mis leones de España!¡Hoy es el día de matar el hambre de honra que siempre tuvisteis!

        Dentro del poder ejercido por el Régimen, también encontramos dos maneras de clasificar los ejemplos que se dan a lo largo de este libro: la presión e imposición de la fuerza política gobernante y el comúnmente conocido como “estrés post-traumático” del que son presa los supervivientes de la Guerra Civil española y la violencia que se produjo durante la misma.
En el subgrupo de la opresión militar, podemos incluir los fusilamientos, la separación de las familias por sus ideologías políticas y el maltrato al que eran sometidos los presos políticos y sus familias tras ser capturados. Así, encontramos diversas referencias a los asesinatos por fusil, cuya mejor descripción se halla en la página 91, donde Marqués intenta hacerle entender a Cuca que no volverá a ver a su madre porque ha sido fusilada, al igual que el resto de los padres de los allí presentes.
Quizás, dos de las escenas más crudas y reales del ambiente de los años 30 en España, son los relatos de Lázaro y Cuca sobre cómo los separaron de sus padres y los trajeron hasta el Hogar de acogida. En el caso del pequeño, entre las páginas 78 a 83, relata una sobrecogedora descripción de cómo fue arrancado de los brazos de su madre encarcelada y trasladado en un tren repleto de niños y mujeres hasta las instalaciones en las que ahora vive. Durante su explicación, tan veraz y clara como sólo un niño puede expresarla, nos narra como sobrevivió durante un viaje de varios días en un tren donde convivía con niños enfermos, con cadáveres que se descomponían a su alrededor, con el hedor de heces y orines, y con el único alimento de dos sardinas y un vaso de agua que sólo obtuvo durante los dos primeros días de viaje.
Un poco más adelante, en las páginas 98-99, Lázaro explica cómo unos miembros de la Falange irrumpieron en su casa, llevándose a su padre preso y separando luego a los hermanos: las niñas fueron llevadas a un reformatorio y los niños subsistieron a duras penas en las calles, vagando entre cadáveres, hasta que la policía logró capturar a Lázaro y enviarle al Hogar desde el que narra su historia.

El shock post-traumático que sufre Tuso empieza a darse a conocer en las primeras páginas del relato (64-65) cuando, después de que Lázaro y Marqués entonen un cántico propio de los soldados de la Falange, aquel se queda en un estado de terror y enfado del que tarda un rato en recuperarse. Es unas páginas más adelante, en las 77 y 78, cuando Tuso relata la experiencia sufrida en su infancia, cuando unos soldados que volvían a casa cantando canciones del Régimen, lo alzaron en volandas y lo tiraron al río.

En cambio, el mayor trauma provocado por los hechos acaecidos durante el combate, son los que se observan en dos momentos oportunos de la obra, cuando se oyen voces en un caos provocado por el estallido de bombas y el sonido de los aviones cruzando el aire. Tanto en las acotaciones como en la intervención de LAS VOCES en las páginas 73-74 y 112, podemos ver un reflejo de cómo la mente de Tuso revive una y otra vez todo lo que oyó durante los momentos más duros de su infancia: la Guerra Civil, la muerte de sus compañeros y la muerte de Sor.


En último lugar, hay tres tipos de poderes que aparecen de un modo subjetivo en la obra: el poder del miedo-culpabilidad, el poder del miedo-silencio, y el poder de la liberación.
El primero lo encontramos en la figura de Tuso, aunque no es realmente comprendido hasta el final de la obra, cuando el desenlace nos revela la verdad sobre la historia de lo que sucedió con Sor y los niños. Cuando Tuso confiesa el crimen que cometió (aunque puede entenderse que no fue premeditado, pues sólo intentaba vengarse de Sor y su mala conducta para con sus amigos), entendemos que las idas y venidas de unos pasos que se acercan a la puerta durante todo el desarrollo de la acción y que todos identifican como la figura de Sor, no son más que los remordimientos de Tuso golpeando una y otra vez en su cabeza, intentando “abrir la puerta” de la asimilación y la aceptación de los hechos (momento que se produce, metafóricamente, cuando Tuso abre la puerta escopeta en mano y se encuentra cara a cara con Sor). Cuando, en las líneas de diálogo de las páginas 106-107 Tuso rememora el accidente y se hace consciente de la muerte real de Sor, abre paso a un proceso psicológico que desemboca en el tercer tipo de poder que hemos mencionado: la liberación. En el final de la obra (pp.117-119), presenciamos el momento en el que Tuso, el único personaje que está vivo realmente en el momento en el que se desarrolla la historia, asume la responsabilidad de sus actos, se libera del temor hacia los traumas pasados y afronta la realidad “dejando ir” a sus amigos, quienes hasta el momento han permanecido vivos en su memoria como un modo de autodefensa psicológica ante el hecho traumático que él mismo perpetró:
LÁZARO ¿Tú tienes miedo de nosotros?

TUSO No.

LÁZARO Pues ella es como nosotros: nada, aire, tu imaginación. Abre la puerta, Tuso.

[…]

LÁZARO No. Ya no nos puede asustar, y si no nos mete miedo desaparece. Si no nos da miedo no existe, ésa es su razón de ser, ¿no lo entiendes?

[…]

LÁZARO No existimos ninguno, sólo estamos en la cabeza de Tuso.

Por último, hay una pequeña referencia al poder del silencio, de la ocultación, del miedo a que la verdad saliera a la luz y la reputación de los hogares de acogida regentados por religiosas en la época de la Guerra Civil, cayera por los suelos. Aparte de todos los sucesos que acontecen dentro del Hogar donde viven los niños y que denotan una total falta de respeto por los menores (que son sometidos a contantes humillaciones y vejaciones), el hecho de que las monjas se negaran a subir al ático para comprobar si Tuso decía la verdad acerca de los dos menores encerrados en esas dependencias cuando, en cierto modo, sabían que era verdad, realzan el ejemplo de este temor a que se desatara un escándalo por dos niños que, finalmente, aparecen muertos en el piso más alto del edificio. Sin embargo, como bien se indica en la página 114 en palabras de Tuso:
“Al final conseguí que subiera Sor Irene y cuando os vio tiesos y llenos de sangre casi se vuelve loca. Decidieron no dar parte para no montar un escándalo. Total, ya erais niños perdidos. Al fin y al cabo, los niños de aquí no existen. Son como fantasmas y nadie va a reclamar por ellos. Mejor echar tierra encima, nunca mejor dicho”.

 EL PODER

El poder y la violencia en Los niños perdidos. Parte I: la violencia.

Cuando encaramos la lectura de esta obra(*) buscando indicios de violencia y poder reflejados entre sus diálogos y acotaciones, pronto nos damos cuenta que son pocas las referencias explícitas a ambos aspectos, aunque de manera subliminal, los signos de poder religioso, militar, dictatorial, oligárquico, monetario, etc., así como de violencia física y mental son innumerables.

Si comenzamos con la violencia, la referencia más clara de agresión física la encontramos cada vez que el “abusón” de Lázaro impone su fuerza bruta sobre sus compañeros de ático para conseguir lo que quiere. Esto queda reflejado en una de las primeras acotaciones de la obra, que dice:
LÁZARO se abalanza sobre MARQUÉS. Pelean. LÁZARO tiene todas las de ganar ya que es, a todas luces, más fuerte (p.39).
Un par de acotaciones más adelante, se pone de manifiesto de nuevo la imposición de Lázaro sobre sus compañeros, cuando se nos dice que mientras MARQUÉS come del plato, LÁZARO le ataca por la espalda y le hunde la cabeza en el plato (p.40).
Avanzada la historia, en una nueva acotación vemos cómo Lázaro se impone de nuevo:
LÁZARO se lanza de nuevo a golpear a MARQUÉS, que se defiende con uñas y dientes, mientras que CUCACHICA no cesa de llamar a su mamá a voz en cuello […].

Intenta agredir a Cuca casi al final de la obra, como observamos en la acotación de la página 73:
Se lanza a pegar a CUCA, pero el Tuso se interpone y le retuerce un brazo.
Sin embargo, su violencia no se limita a sus actos, y a lo largo de toda la acción encontramos múltiples ejemplos de amenazas verbales pronunciadas por Lázaro. Estas son algunas de ellas:
-A Marqués: ¡Retíralo o te parto el brazo!” (p.39).
- A Marqués: “¡Como sigas comiendo te parto las patas!” (p.41).
- A Cuca mientras discuten sobre quién debe ir a comprobar si Sor ha traído leche y este se niega: Pues cobras” (p.43).
- A Marqués mientras discuten por compartir la comida: Cobras. […] Si quieres la mitad pasa la lengua por la viga y ya veremos. […] (MARQUÉS Eres un abusón.) Porque puedo […]Y tú, ahora, además de pasar la lengua por la viga, tienes que darte un puñetazo fuerte donde yo te diga, por listo” (p.48).
- Amenazando a Sor (Tuso) para que salga del armario: “Como no salgas te tiro por la ventana toda tu colección de cromos de fútbol” (p.57).
- A Cuca: Te voy a matar, meón (p.73).
- A MARQUÉS, durante una discusión:¡Me estás buscando y te voy a acabar partiendo la boca!” (p.102).

El personaje de Marqués también hace gala de su violencia en diversas ocasiones. Así, en la página 46 encontramos la primera amenaza verbal dirigida a Cuca, cuando le advierte: Cállate, que te voy a tirar por la ventana…”. Esta amenaza vuelve a hacerse visible algo más adelante, en la página 72, cuando Marqués incita a Lázaro para que tire por la ventana a Cucachica.
El pequeño de la pandilla continúa siendo la diana de sus burlas y amenazas durante todo el texto, como vemos en el siguiente diálogo:
MARQUÉS Uy que no, son pecado genial. Al infierno vas, igual que tu madre. Al infierno vas.
CUCA ¡Tuso! ¡Tuso! ¡Mira lo que me está diciendo el Marqués! ¿A que no es verdad, a que es mentira? ¡Tuso! ¡Tusoooooo!
TUSO (Dentro.) ¡Deja en paz al chaval!
MARQUÉS Al infierno vas, al infierno vas, al infierno vas, al infierno vas, al infierno vas…

Su agresividad se hace acción en las últimas páginas, cuando Marqués pierde el control y agrede a Cuca:
MARQUÉS ¡La culpa de todo la tiene éste por meón!
Agarra al CUCA por la pechera y lo zarandea, fuera de sí. El pequeño no reacciona, tiene los ojos en blanco y habla como en trance.
CUCA ¡Que me lleva el aire!
MARQUÉS ¡Meón, jodío meón!
Empieza a dar bofetadas a CUCACHICA sin ningún control […].
En cambio, sus fechorías no siempre se producen de mutuo propio, y encuentra en su abusón Lázaro un fiel aliado cuando intenta asustar a Tuso, interpretando una de las canciones típicas de los seguidores de la Falange (pp. 64-66).

Sor, la monja a la que interpreta Tuso en sus “posesiones” (Como no os calléis ya, me poseo otra vez y os castigo, p.103), ejerce un papel violento muy importante en el conjunto de la obra. A lo largo del texto se nos ofrecen, a través de los recuerdos de los niños, diferentes pinceladas del maltrato físico y psicológico al que sometía a los pequeños cuando estaba viva. Sin embargo, no es hasta el desenlace de la acción, cuando a través de dos intervenciones claves (una de Marqués y otra de Tuso) cuando somos conscientes del acto culmen de la religiosa: asesinó a los tres niños. A Cuca lo lanzó por la ventana, y a Marqués y Lázaro les propinó una paliza de muerte cuando intentaron liberar a Cuca y los dejó encerrados en el desván. La primera recreación de la experiencia, en palabras de Marqués y Lázaro, es sobrecogedora:
MARQUÉS ¡Por tu culpa, meón de mierda! Por tu culpa me dio con el bastón en las costillas, y en la cabeza…
[…]
MARQUÉS ...Y mientras me daba con el bastón en las narices me decía: “Rojo de mierda, hijo de Satanás”… Y yo, venga a sangrar por los oídos y por la boca, que todo me sabía a sangre…
[…]
LÁZARO (A MARQUÉS.) ¿Qué pasa, que eres el único al que le reventó los entresijos con el bastón?
MARQUÉS …¡No me des más golpes!, y ella seguía y seguía, como si estuviera endemoniada… ¡Todo por culpa del cochino ese!
LÁZARO Eres un egoísta y un mierdero, Marqués. Sólo piensas en tu ombligo. El pobre Cuca estaba desparramado por las baldosas del patio y, a ver, ¿quién se llevó todos los palos por intentar librarte a ti? Yo, ¿verdad? Pero eso a ti te importa una cáscara de pipa.

Las primeras líneas en la siguiente intervención de Tuso sólo hacen confirmar lo que ya hemos averiguado unas palabras más arriba:
TUSO ¡Y yo no quería! ¡Pero cuando vi que empujaba al crío por la ventana y que se liaba a palos con vosotros con esa saña…! […].

Como nota, podemos subrayar que el trágico final de Cuca a manos de Sor es un hecho visionario a lo largo del texto, ya que en numerosas ocasiones, el pequeño expresa su miedo a encontrarse con la monja y que lo lance por la ventana: Yo no quiero que me vuelva a tirar por la ventana” (p.95), o No, por favor, por favor, que me tira por la ventana” (p.117).

Tuso, como tal, sólo muestra un abismo de violencia que, en cierto modo, podría considerarse justificada, ya que lo que realmente hace es amenazar a Marqués para que deje de molestar a Cuca:
TUSO (Dentro.) ¡Como no dejes al crío te parto las costillas!

Sin embargo, él también cometió un asesinato – aunque no tenía la intención de que su ‘castigo’ se tornara en tal. En una de sus últimas intervenciones, narra cómo se las apañó para provocar un accidente (en venganza por el maltrato de la monja hacia sus amigos) y que Sor cayera por las escaleras. Sin embargo, como ya se nos ha mencionado antes en la obra, la Hermana termina muriendo a causa de la caída:
TUSO […] ¡Así que até una cuerda de lado a lado de la escalera y esperé a que bajara! ¡Y cuando llegó a mi altura… la empujé! ¡No se cayó sola, la tiré yo! ¡Era de ver el golpazo que se dio! ¡Bajaba los escalones con la cabeza, con la nariz, con los morros!
[…]
TUSO Luego vi que ya no respiraba, así que escondí la cuerda y fui a quitarle las llaves para sacaros de aquí, pero con el estruendo del golpe ya habían llegado las otras monjas, que estaban revolucionadas con la caída del Cucachica […].


De un modo más indirecto, hay diferentes referencias a la violencia que ejercían las monjas sobre los niños en la época de la Guerra Civil española (momento histórico en el que se inspira el relato, aunque por la edad actual de Tuso sabemos que nos hallamos en un período bastante posterior a este conflicto): los castigos físicos, las amenazas verbales, las privaciones de comida y bebida, la falta de aseo, el encierro en lugares aislados, la no entrega del correo que llegaba de sus familias… A lo largo de todas las páginas del libro encontramos el relato de distintas experiencias, reales o imaginadas (como cuando Lázaro parodia a Sor Veneno), que nos dan muestra de los ejemplos anteriormente citados (pp. 45, 59, 69, 86-87).


Por último, de una manera simbólica, la violencia de la Guerra Civil también se refleja a lo largo y ancho del texto: las voces y sonidos de explosiones y aviones, el caos que se escucha en determinados momentos de la trama y que hacen enmudecer y temblar a los niños (pp. 73-74, 91, 100, 112); la experiencia que sufrió Cucachica mientras era trasladado en un tren hacinado de presos de guerra, niños en su mayoría, y las penurias que sufrió durante el trayecto (pp. 78-83); y el grupo de militares que, entonando cánticos del bando Franquista, tiran a Tuso al río cuando solamente era un crío (pp.77-78).

 NN


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(*) Para la elaboración de esta entrada, he usado la edición de KRK, 2010



¿Qué podemos encontrarnos en Los niños perdidos de Laila Ripoll?


 LR



Tres niños aterrados encerrados en el desván de un orfanato y una monja ciega autoritaria. Así comienza esta obra de Laila RipollLos niños perdidos en la que tomando como fondo la Guerra Civil española y la posguerra, nos cuenta la situación aterradora en la que viven cuatro niños (Tuso, Lázaro, Marqués y Cucachica) bajo la autoridad y sumisión de una monja, la Sor. A través de juegos, teatrillos, disfraces, risas, podemos ver cómo pasaban el día estos niños, pero cuando oían pasos, temblaban de miedo y se escondían en el armario donde podían pasar  las "horas muertas". 
Violencia, palizas, humillaciones, muertes, terror, sumisión, llanto, pelas, rebeldía; juegos, risas, experiencias, recuerdos, inocencia, son algunos de los elementos que podemos encontrarnos en esta obra de Laila Ripoll. 
Conforme avanza la obra, descubrimos que es Tuso (uno de los niños, el único superviviente de esta tragedia) quien está "contándonos" esta historia, pues tras haber pasado varios años de los sucesos (ahora es un hombre de 55 años), todavía guarda en su memoria esas experiencias trágicas y traumáticas a las que desea darle libertad y olvidarse, pero el miedo le puede más que el olvido. El motivo de ese miedo no es otro que la monja, pues conforme vamos avanzando en la lectura, se nos revela que Sor tiró por la ventana a Cucachica (el más pequeño de los niños) y encerró en una habitación a Marqués y Lázaro para que no contasen lo que habían visto. Tuso, en defensa de sus amigos y por odio y venganza hacia la monja, empujó a ésta por las escaleras con tan mala suerte que falleció en el acto. Todos estos fantasmas, sus amigos y la Sor perviven en la memoria de Tuso el cual, por miedo a que la monja vuelva a aparecerse para tomar venganza contra él, y por miedo a que sus amigos y los buenos momentos vividos con ellos en el orfanato cuando jugaban en ese desván desaparezcan, Tuso no desea "abrir esa puerta" que le impide liberarse del trauma vivido en época de guerra, a pesar de la insistencia de sus tres amigos. El final es una incógnita, pues no sabemos si al final, Tuso abrirá esa puerta metafórica o no.

Los niños perdidos pertenece a una trilogía llamada "Trilogía de la Memoria" de esta madrileña junto con Atra Bilis y Santa Perpetua.

Como interés, podéis visitar este enlace donde Alison Guzmán nos habla en un artículo de los personajes de muertos vivientes presentes en obras de Laila Ripoll. 

 PPerpetua



La Paz Perpetua y Exam: similitudes más allá de la competición

Durante la lectura de esta obra de Juan Mayorga, ha sido prácticamente inevitable recordar la trama de una película de 2009, Exam, dirigida por Stuart Hazeldine.

En este film, un grupo de aspirantes son encerrados en una habitación para realizar un examen final en el que se decidirá quién es el candidato elegido para la única vacante que existe en la empresa. Pese a desconocer algunos datos sobre la multinacional, a lo largo de la trama descubrimos que los potenciales empleados saben mucho más acerca del puesto de lo que reconocen en un principio, y cada uno ha estado jugando sus bazas para beneficiarse en la carrera por la obtención del puesto.

Como en el caso de la obra, el tiempo es un factor crucial en la prueba: tienen 80 minutos para responder a una única pregunta. Sin embargo, esta tarea no se vuelve nada sencilla cuando, al darle la vuelta a sus hojas, observan que se trata de un folio en blanco. Es entonces cuando la lucha por conseguir el puesto se torna en algo más competitivo: motivaciones personales, estereotipos preconcebidos, manipulación…, todo ello influye en una competición que se vuelve cada vez más y más agresiva, pasando del trabajo en equipo y la colaboración a una lucha física y mental por la eliminación de adversarios y la obtención del deseado premio: un trabajo.

 Exam1


Hay similitudes entre los personajes de la obra de Mayorga y la película: además del examinador que equivaldría a la figura de Casius y el guardia de seguridad que se asemeja a la labor que desempeña el Humano durante el relato, el personaje de Blanco (usan apodos referente a sus características físicas para nombrarse entre ellos, manteniendo así el anonimato de todos los candidatos) nos recuerda a Odín: un manipulador nato que no dudará incluso en el uso de la fuerza bruta para conseguir sus objetivos. Del mismo modo, Árabe hará uso de sus dotes interrogativas adquiridas en el ejército, aunque su actitud se caracteriza más por la desconfianza que por la manipulación. Negro y Castaña serían más parecidos a Enmanuel: intentan mantener una posición neutral ante los acontecimientos, mostrándose colaboradores y pacíficos durante el encierro. Para ellos, la máxima de que “el fin justifica los medios” es un soberano error. Morena y Rubia (aunque esta última en menor medida), serían el símil de John-John: pese a que de vez en cuando logran razonar y actuar por sí misma, prácticamente se mueven de una posición a otra guiadas por las opiniones del resto de los personajes, demostrando una falta de carisma que algunos de sus compañeros usarán en su favor.
 Exam

Un acercamiento a la Paz perpetua, Juan Mayorga

                                           
                                          PP

Tres perros, tres pruebas y un objetivo final: formar parte de un equipo de lucha de antiterrorista de élite, el K7. El lugar elegido por el madrileño Juan Mayorga para  el desarrollo de la acción es un espacio cerrado en el que Odín (rottweiler impuro), Emmanuel (pastor alemán) y John-John (cruce de varias razas) tras haber sido drogados y despiertan en ese lugar misterioso. Deberán cumplir y realizar tres pruebas que Casius (un pastor alemán,un viejo héroe en la lucha antiterrorista, lleno de cicatrices y heridas de combate), les impondrá ayudado por otro personaje más, el Ser Humano, que estará a las órdenes y servicio de Casius.
Los tres aspirantes no están animados por las mismas intenciones y motivaciones, ni poseen las mismas capacidades y virtudes. Así pues, Odín, tiene un gran olfato, es desconfiado, cínico y posee maldad, es un perro callejero que siempre ha tenido que arreglárselas como podía en la vida, pues esta fue muy difícil y no posee ideología alguna. John-John es una mezcla de Odín y Emmanuel, va encaminado a convertirse en el perro perfecto gracias a un experimento de laboratorio: está en buena forma física y tiene las ideas claras, tiene un instinto que le hace obedecer rápidamente y sin pensar a las órdenes que se le dan. El tercer aspirante a conseguir el collar del K7 es Emmanuel, un perro que se nos presenta con una actitud amable, educado, sereno y con una gran capacidad para la observación y el análisis. Fue perro guía de Isabel, una estudiante de Filosofía que estudió junto con él a Pascal, Tomás de Aquino y a Kant, el filósofo preferido de su ama y del que el perro tiene el nombre. Este último perro, tiene un trauma que le motiva a pertenecer a esta célula y es que, su ama Isabel falleció al estallar una bomba colocada por terroristas que Emmanuel no detectó. 
La primera prueba que deben realizar se basa en medir su capacidad olfativa (deben trazar un camino con una tiza y posteriormente se llevan a cada perro y lo someten a una analítica completa), la segunda prueba consiste en un examen tipo test con diez preguntas y varias opciones de respuesta por cada una de ellas (la última pregunta será una definición de "terrorismo"), y la tercera prueba es una entrevista personal con cada uno de los perros. Tras estas tres pruebas, los aspirantes están empatados y se plantea una cuarta prueba en la que el Ser Humano ordena abrir la puerta B (siempre cerrada y presente desde el principio), en la que se esconde un ser humano sospechoso de tener información sobre un inminente atentado terrorista contra la población. 
La paz perpetua finaliza con Emmanuel colocado entre el sospechoso y Odín y John-John para evitar que estos torturen y maten al sospechoso, muriendo finalmente Emmanuel atacado por sus dos perros rivales.

El título de esta obra de Juan Mayorga procede de la obra de Kant que lleva el mismo título. Como enlace de interés, os dejo la obra completa de La paz perpetua de Inmanuel Kant.

 Juan Mayorga
     


El poder y la violencia en La paz perpetua

Dos de los temas centrales de esta obra de Juan Mayorga es el tratamiento del poder ejercido sobre otros y la violencia, no sólo física, sino también mental. Ambos se hacen notables durante todo el argumento, si bien el primero, el poder, posee un mayor tratamiento directa e indirectamente a lo largo de los diálogos de los personajes.

Si nos centramos en el análisis de poder, primero debemos mirar a cada uno de los personajes y las dotes de “sometimiento” que poseen, así como sus debilidades, que podrían convertirlos fácilmente en la otra parte de la dominación.

Si comenzamos con los tres protagonistas, Odín es un perro físicamente atlético, fuerte, un cruce de “dos chuchos callejeros” (p. 36), y posee una mente manipuladora que queda patente en diversos momentos de la historia, como el siguiente, cuando intenta convencer a John-John para que mate a Enmanuel:
"ODÍN […] Ese tipo, Enmanuel. No me fío de él.
JOHN-JOHN Ni yo.
ODÍN S boca dice una cosa y su olor expresa otra. [...] Él sabe que tú eres un rival invencible. Por eso se ha inventado lo de las cámaras. Perro listo.
[…]
ODÍN […] ¿Sabes lo que me acaba de decir sobre ti?
JOHN-JOHN ¿Qué? ¿Qué te ha dicho de mí?
ODÍN Mucho músculo, pero tiene menos calle que Venecia.
[…]
ODÍN […] Quiere privarte de tu mayor virtud: el instinto. Sabe que está perdido si te dejas guiar por tu instinto. ¿Qué te pide tu instinto?
JOHN-JOHN Matarlo.
ODÍN Quiero verlo a tus pies, con el cuello partido, desangrándose."

Discursos como el visto arriba hacen de Odín el manipulador de la camada. Sin embargo, su falta de escrúpulos, su instinto puramente animal y asesino aprendido tras una dura vida en la calle (como refleja en esta intervención de abajo), lo han transformado en un ser despiadado, carente de sentimientos, cuyo única meta en esta vida es su propio “bienestar” (p.65) y su supervivencia:
"ODÍN La calle, mi universidad. En la calle aprendí a gruñir para dar miedo y a aullar para lástima […]".

En definitiva, de Odín podría decirse que es un animal que se guía por sus instintos, por su afán de supervivencia, sin reparar en el precio de la misma. Puede parecer a simple vista u inteligente manipulador, pero su talón de Aquiles es que su propia naturaleza le hace no ser dueño de lo más importante: de sí mismo.

John-John, por el contrario, es un perro dócil, manipulable, cuya educación en una escuela para perros prácticamente ha condicionado sus dotes animales y lo ha sometido a comportarse como un perro obediente y eficiente, toda una máquina de sometimiento preparada para ser moldeada a gusto de su dueño. Como observamos en situaciones como la señalada al comienzo de esta entrada, cuando se deja engañar por Odín para matar a Enmanuel, o en la siguiente escena, cuando rechaza esta idea tras el planteamiento filosófico que le expone Enmanuel, John-John carece de personalidad propia en el sentido de que se ve incapaz de actuar sin recibir una orden precisa. Esto se vuelve aún más palpable en un de las escenas finales de la obra:
“JOHN-JOHN Quiero ser un buen perro, pero necesito órdenes claras. Lánceme sobre él y lo pondré de rodillas ante usted. ¿Es eso lo que quiere?
HUMANO En el colegio, John-John, ¿no le enseñaron a evaluar una situación así y darle respuesta?
JOHN-JOHN ¿Quiere o no quiere que muerda a ese hombre? ¿Es otro ejercicio de razonamiento? Mi cabeza me va a estallar. Me voy.”

Como puede verse, John-John (al igual que Odín), es presa de sometimiento impuesto, en este caso, por un adoctrinamiento recibido durante sus años de educación: está tan condicionado por los conceptos teóricos adquiridos que es incapaz de reaccionar y actuar por voluntad propia. Sin embargo, los desafíos intelectuales, los retos que le hacen pensar acerca de la posibilidad de que haya una respuesta más allá de la aparentemente correcta (como cuando Enmanuel le expone la teoría de Pascal), hacen que el personaje tenga momentos de “lucidez” racional, e intente pensar por sí mismo, liberándose de las cadenas de la educación puramente científica y racional.

El tercer perro co-protagonista es Enmanuel. Su dilatada sabiduría filosófica es un alma de doble filo: por un lado, le aventaja a la hora de imponerse sobre sus adversarios sin necesidad de emplear la fuerza física, sino el desconcierto mental. Sin embargo, la moral que le proporciona esta filosofía de vida kantiana, en la que prima la presunción de inocencia de las personas y los valores establecidos en la sociedad (“Si hubieses visto la sangre de los inocentes, no hablarías como hablas”, p.57; Luchamos por los valores”, p.89) marcan el eje central de su comportamiento.
Al igual que en el caso de sus compañeros, el pasado de Enmanuel ejerce una fuerte influencia sobre su modo de actuar: vive atado al recuerdo de su última dueña, una mujer invidente que murió en una explosión de bomba.

En el caso de Casius y el Humano, personajes secundarios que desempeñan una función innegable durante toda la obra, el poder que ejercen sobre los personajes es principalmente físico (el espacio cerrado, uso de correas y bozales, traslado a diferentes dependencias del lugar), aunque también psicológico (la medición del tiempo, la competición por un único puesto para formar parte del grupo K7). Ambos personajes ejercen el poder máximo sobre los tres candidatos, que se muestran jóvenes, fuertes y ágiles en contraste con la cansada y malograda figura del examinador (es tuerto, cojea), quien en una intervención casi al final de la obra, reconoce su pesadez por lo que ha sido de él con el paso de los años:
"CASIUS ¿Quiere ser como yo? ¿Me ha mirado bien, muchacho? ¿Se ha preguntado por qué ladeo mi cabeza para escucharle? Porque m oreja derecha está tan seca como mi ojo izquierdo. Tengo dolores que apenas me dejan dormir, y cuando consigo hacerlo, las pesadillas no me dejan descansar. […]Hoy doy miedo a los niños. Hoy yo mismo me doy miedo […]".

Como nota curiosa, cabe destacar cómo al principio de la obra, Casius asegura a los aspirantes que el Humano “está aquí para servirles” (p.33) cuando, en realidad, son ellos los que van  a someterse al Humano y sus correas y bozales durante diferentes momentos de la acción.

De un modo más general, podemos argumentar que en la obra se dan dos tipos de poder principal: el físico (impuesto por los propios personajes y su fuerza bruta, así como por el espacio y el tiempo), y el psicológico, simbolizado a través de la memoria, los recuerdos, los sentimientos, las experiencias vividas, la manipulación y los organigramas de poder establecidos tanto a pequeña escala (entre los tres perros, el examinador y el humano) como a gran escala (los jefes del examinador, la sociedad por la que hay que mantener el orden, los derechos y leyes, etc.).

En cuanto a la violencia, podemos encontrar multitud de ejemplos que conllevan una agresión física dentro de la obra. Por citar algunos: cuando Odín tiene la intención de agredir a sus compañeros en diferentes momentos de la acción de la obra o cuando incita a John-John para asesinar a Enmanuel; la “música” que escucha John-John, que resultan ser gritos, sirenas y caos reproducidos en sus auriculares con un volumen ensordecedor; las peleas entre perros que relata Enmanuel durante su entrevista personal y la muerte de Isabel, la anterior dueña de Enmanuel, víctima de una explosión de bomba.

Sin embargo, durante la trama se intenta mantener una postura pacifista. Esto no es sólo reconocible en la neutralidad mostrada por Enmanuel ante situaciones de peligro, sino también en algunos comentarios, como el siguiente de John-John:
"JOHN-JOHN Lección cuarenta y uno: “Una manifestación mal resuelta / bien se convierte en revuelta”. Te enseñan a ser persuasivo, a que utilices la violencia como último recurso. Lección treinta y nueve: “Si sabes enseñar los dientes, / no precisas morder gentes".

Otro buen ejemplo es el de la justificación de violencia por el afán de supervivencia, en propia defensa podría decirse, que relata Enmanuel durante su entrevista personal:
"ENMANUEL Si estoy vivo es porque maté. Aquellas peleas sólo acababan en muerte. Sólo valía ganar. Había chicos más fuertes, pero yo sabía esperar mi ocasión".

Asimismo, la venganza no es algo que Enmanuel contemple como justificación de la violencia, y así lo deja claro en su diálogo con Caisus:
"CASIUS No queremos a nadie que no domine sus emociones. No queremos a nadie que utilice este trabajo para pagar deudas personales.
ENMANUEL No puedo pagar esa deuda. Esa deuda es impagable".

 PP




El poder y la violencia en Bodas de sangre

En esta nueva entrada vamos a analizar dos componentes presentes en esta tragedia de Lorca. Empezaremos con el poder, centrándonos en el poder adquisitivo de los personajes y en el poder de atracción incontrolable entre los amantes Leonardo y La Novia.

Primeramente, hemos de comentar que el matrimonio entre la Novia y el Novio es un matrimonio de conveniencia, y no uno basado en el amor y  en el deseo individual. Ambas familias, campesinas, no son muy ricas, pero gracias a que trabajan las tierras del campo, sus capitales son buenos. Esto lo podemos observar casi al final del cuadro segundo de primer acto, cuando el Novio y su madre van a la tienda a comprar unas medias para regalárselas a la Novia:
Muchacha: Señora.
Suegra: ¿Qué pasa?
Muchacha: Llegó el novio a la tienda y ha comprado todo lo mejor que había.
Suegra: ¿Vino solo?

Muchacha: No, con su madre. Seria, alta. (La imita) Pero ¡qué lujo!
Suegra: Ellos tienen dinero.
Muchacha: ¡Y compraron unas medias caladas!... ¡Ay, qué medias! ¡El sueño de las mujeres en medias! Mire usted: una golondrina aquí (Señala el tobillo.), un barco aquí (Señala la pantorrilla.) y aquí una rosa. (Señala el muslo.)
Suegra: ¡Niña!
Muchacha: ¡Una rosa con las semillas y el tallo! ¡Ay! ¡Todo en seda!
Suegra: Se van a juntar dos buenos capitales. 

Esta boda se realiza con el fin de elevar las riquezas de las dos familias, juntando las tierras que la madre del Novio tiene con las que el padre de la Novia posee. Y así nos lo hacen ver los personajes en este parlamento del cuadro tercero del primer acto:
Padre: (Sonriendo) Tú eres más rica que yo. Las viñas valen un capital. Cada pámpano una moneda de plata. Lo que siento es que las tierras.... ¿entiendes?... estén separadas. A mí me gusta todo junto. Una espina tengo en el corazón, y es la huertecilla esa metida entre mis tierras, que no me quieren vender por todo el oro del mundo. 
Novio: Eso pasa siempre.
Padre: Si pudiéramos con veinte pares de bueyes traer tus viñas aquí y ponerlas en la ladera. ¡Qué alegría!...
Madre: ¿Para qué?
Padre: Lo mío es de ella y lo tuyo de él. Por eso. Para verlo todo junto, ¡que junto es una hermosura!
Novio: Y sería menos trabajo.
Madre: Cuando yo me muera, vendéis aquello y compráis aquí al lado.
Padre: Vender, ¡vender! ¡Bah!; comprar hija, comprarlo todo. Si yo hubiera tenido hijos hubiera comprado
todo este monte hasta la parte del arroyo. Porque no es buena tierra; pero con brazos se la hace buena, y como no pasa gente no te roban los frutos y puedes dormir tranquilo. (Pausa.) 

Además, cuando se acerca la boda, los novios y los padres de ambos irán en coche hasta la iglesia, y los invitados en carros y caballerías. Una vez más nos muestran que, pese a que el padre de la Novia pone como excusa para ir en automóvil la larga distancia que hay de su casa a la iglesia, el coche tiene más nivel social que un simple carro.
Además, hemos de comentar que la madre del Novio no parece tan materialista como el padre de la Novia, pues, mientras que éste solo desea que se unan las tierras y así obtener más beneficios, la única ilusión de la madre del Novio son los nietos, más concretamente las nietas.

Tras analizar el poder adquisitivo visible sobre todo en las dos escenas que hemos comentado, la compra de medias a la Novia y el pensamiento del padre de ésta de juntar las tierras, pasemos comentar otro tipo de poder palpable en la obra: el de la atracción incontrolable entre Leonardo y la Novia.
Como ya sabemos, Leonardo es el antiguo novio de la Novia y a pesar de que ésta está prometida, Leonardo la visita casi todas las noches montado en su caballo (símbolo de pasión desenfrenada sensualidad, virilidad, que los conducirá al bosque donde les espera su trágico sino, al cual no pueden controlar), hasta que en la noche de bodas se fugan juntos. Este poder de atracción irresistible entre ellos es algo que ni Leonardo ni la Novia pueden evitar, así pues, son arrojados por un destino telúrico incontrolable que terminará en tragedia, puesto que Leonardo muere.
Leonardo:
¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
Porque yo quise olvidar
y puse un muro de piedra 

entre tu casa y la mía.
Es verdad. ¿No lo recuerdas?
Y cuando te vi de lejos
me eché en los ojos arena.
Pero montaba a caballo
y el caballo iba a tu puerta.
Con alfileres de plata
mi sangre se puso negra,
y el sueño me fue llenando
las carnes de mala hierba.
Que yo no tengo la culpa,
que la culpa es de la tierra 

y de ese olor que te sale
de los pechos y las trenzas
.

Pasemos ahora a analizar, otro de los elementos presentes en la obra, la violencia, que quizás sea el más importante, pues tiene relación directa con la muerte y por tanto, con el final trágico de algunos personajes de la obra.
La violencia en Bodas de sangre la podemos encontrar reflejada de diversas maneras: en disputas verbales, en actitudes violentas de los personajes, en los recuerdos hacia los Félix de la madre del Novio, en elementos como el cuchillo, el caballo, la nana que la mujer y la Suegra cantan al niño, la luna, la mendiga..., todos ellos presagios de la muerte.
Desde el comienzo de la obra, el cuchillo (símbolo de violencia y muerte) estará presente en la memoria de la madre del Novio, la cual, siente terror y a la vez odio por este tipo de armas. Recordemos que tanto su marido como uno de los hijos murieron a manos de un miembro de la familia de los Félix. Así pues, cuando su hijo le pide que se vaya con él a las viñas ella se niega argumentado:
Madre: No. Yo no puedo dejar aquí solos a tu padre y a tu hermano. Tengo que ir todas las mañanas, y si me voy es fácil que muera uno de los Félix, uno de la familia de los matadores, y lo entierren al lado. ¡Y eso sí que no! ¡Ca! ¡Eso sí que no! Porque con las uñas los desentierro y yo sola los machaco contra la tapia. 
   Vemos en esta última frase que la madre pronuncia de manera violenta, el odio que siente todavía hacia esa familia, hacia los que mataron a su esposo y su hijo. La sed de venganza y violencia de la viuda se hace patente en este fragmento. Al final del primer cuadro del acto primero, vemos a una Madre alterada, con una notable amargura reforzando el sentido de odio hacia la familia de los Félix al enterarse por una vecina que el antiguo novio de su futura nuera es Leonardo, miembro de esa familia:
Madre: A cada uno le gusta enterarse de lo que le duele. ¿Quién fue el novio?
Vecina: Leonardo.
Madre: ¿Qué Leonardo?
Vecina: Leonardo, el de los Félix. 

Madre: (Levantándose)¡De los Félix!
Vecina: Mujer, ¿qué culpa tiene Leonardo de nada? Él tenía ocho años cuando las cuestiones.
Madre: Es verdad... Pero oigo eso de Félix y es lo mismo (entre dientes) Félix que llenárseme de cieno la boca (escupe), y tengo que escupir, tengo que escupir por no matar. 

Más adelante, las ganas de venganza y lucha se acrecientan en la madre cuando averiguan que la Novia se ha fugado con Leonardo, uno de los Félix, tras la boda:
Padre: ¡No es verdad! ¡Mi hija, no!
Madre: ¡Tu hija, sí! Planta de mala madre, y él, él también, él. Pero ¡ya es la mujer de mi hijo! 
[…]
Madre: (Al hijo) ¡Anda! ¡Detrás! (Salen con dos mozos.) No. No vayas. Esa gente mata pronto y bien...; pero sí, corre, y yo detrás!
Padre: No será ella. Quizá se haya tirado al aljibe.
Madre: Al agua se tiran las honradas, las limpias; ¡esa, no! Pero ya es mujer de mi hijo. Dos bandos. Aquí hay ya dos bandos. (Entran todos.) Mi familia y la tuya. Salid todos de aquí. Limpiarse el polvo de los zapatos. Vamos a ayudar a mi hijo. (La gente se separa en dos grupos.) Porque tiene gente; que son: sus primos del mar y todos los que llegan de tierra adentro. ¡Fuera de aquí! Por todos los caminos. Ha llegado otra vez la hora de la sangre. Dos bandos. Tú con el tuyo y yo con el mío. ¡Atrás! ¡Atrás!

Otra presencia de la violencia, pero esta vez de manera distinta, la observamos en la nana que le canta la Suegra y la Mujer al niño, cuya letra vaticinará lo que ocurrirá más adelante:
Suegra:
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Las patas heridas,
las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaban al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
más fuerte que el agua.
  Esta imagen del caballo herido, helado, con un puñal clavado en los ojos y la sangre que corre río abajo presagia el futuro funesto de Leonardo, reflejado en la figura simbólica del caballo. Es un pasaje cargado de violencia y tragedia, pues nos revela que Leonardo morirá y en las condiciones en las que lo hará. Más adelante, cuando se dirigen a la boda de la Novia y el Novio, su Mujer le dice a Leonardo: “tienes una espina en cada ojo”, imagen igualmente violenta que nos hace recordar esta nana en la que el puñal de plata se clava en los ojos del caballo.
Además de la violencia en su sentido más general, podemos presenciar unas actitudes violentas, amenazadoras y chulescas por parte de Leonardo y de la Novia.
En cuanto al primero, podemos verlas cuando se entera que su antigua novia se va a casar y el Novio acude a la tienda a comprar un regalo para esta:
Muchacha: Vengo a deciros lo que están comprando.
Leonardo: (Fuerte) No nos importa.
Mujer: Déjala.
Suegra: Leonardo, no es para tanto.
Muchacha: Usted dispense. (Se va llorando.)
Suegra: ¿Qué necesidad tienes de ponerte a mal con las gentes?
Leonardo: No le he preguntado su opinión. (Se sienta)
Suegra: Está bien.
(Pausa)
Mujer: (A Leonardo)¿Qué te pasa? ¿Qué idea te bulle por dentro de cabeza? No me dejes así, sin saber nada...
Leonardo: Quita.
Mujer: No. Quiero que me mires y me lo digas.
Leonardo: Déjame. (Se levanta.)
Mujer: ¿Adónde vas, hijo?
Leonardo: (Agrio) ¿Te puedes callar?

En cuanto a la Novia, adopta una actitud violenta cuando la criada descubre que el que la visita todas las noches no es el Novio sino Leonardo:
Novia: ¿No sería mi novio? Algunas veces ha pasado a esas horas.
Criada: No.
Novia: ¿Tú le viste?
Criada: Sí.
Novia: ¿Quién era?
Criada: Era Leonardo.
Novia: (Fuerte) ¡Mentira! ¡Mentira! ¿A qué viene aquí?
Criada: Vino. 

Novia: ¡Cállate! ¡Maldita sea tu lengua! (Se siente el ruido de un caballo.)
Criada: (En la ventana) Mira, asómate. ¿Era?
Novia: ¡Era!

Otro ejemplo de violencia es el que adoptan ahora los dos amantes (la Novia y Leonardo) cuando este va a visitarla antes de la boda, en un ambiente tenso y con una actitud violenta podemos leer:
Leonardo: Amarrado por ti, hecho con tus dos manos. A mí me pueden matar, pero no me pueden escupir. Y la plata, que brilla tanto, escupe algunas veces.
Novia: ¡Mentira!
Leonardo: No quiero hablar, porque soy hombre de sangre, y no quiero que todos estos cerros oigan mis voces.
Novia: Las mías serían más fuertes.
Criada: Estas palabras no pueden seguir. Tú no tienes que hablar de lo pasado. (La criada mira a las puertas presa de inquietud.)
Novia: Tienes razón. Yo no debo hablarte siquiera. Pero se me calienta el alma de que vengas a verme y atisbar mi boda y preguntes con intención por el azahar. Vete y espera a tu mujer en la puerta.
Leonardo: ¿Es que tú y yo no podemos hablar?
Criada: (Con rabia) No; no podéis hablar. 
[…]
Criada: (Cogiendo a Leonardo por las solapas) ¡Debes irte ahora mismo!
Leonardo: Es la última vez que voy a hablar con ella. No temas nada. 

El punto culmen de la violencia lo vemos en la escena en el que la Mendiga, guiada previamente por la Luna, da muerte a Leonardo y al Novio en el bosque. La historia se ha vuelto a repetir para la madre del Novio, que desde el principio de la obra, presagiaba que algo funesto relacionado con las navajas le pasaría a su hijo. Por segunda vez, un miembro de la familia de los Félix ha matado al único hijo que le quedaba a la Madre:
Madre:
Vecinas: con un cuchillo,
con un cuchillito,
en un día señalado, entre las dos y las tres,
se mataron los dos hombres del amor.
Con un cuchillo.
con un cuchillito
que apenas cabe en la mano,
pero que penetra fino
por las carnes asombradas
y que se para en el sitio
donde tiembla enmarañada
la oscura raíz del grito.

Por último, destacaremos nuevamente una actitud violenta de la Madre del Novio, pero esta vez no hacia la familia de los Félix, sino hacia la Novia, pues la considera la causante de la muerte de su hijo: si ella no se hubiera fugado con Leonardo, nada hubiera pasado:
Madre: Por eso pregunto quién es. Porque tengo que no reconocerla, para no clavarla mis dientes en el cuello. ¡Víbora! (Se dirige hacia la novia con ademán fulminante; se detiene. A la vecina.) ¿La ves? Está ahí, y está llorando, y yo quieta, sin arrancarle los ojos. No me entiendo. ¿Será que yo no quería a mi hijo? Pero, ¿y su honra? ¿Dónde está su honra? (Golpea a la novia. Ésta cae al suelo.)
Vecina: ¡Por Dios! (Trata de separarlas.)
Novia: (A la vecina) Déjala; he venido para que me mate y que me lleven con ellos. (A la madre.) Pero no con las manos; con garfios de alambre, con una hoz, y con fuerza, hasta que se rompa en mis huesos. ¡Déjala! Que quiero que sepa que yo soy limpia, que estaré loca, pero que me puedan enterrar sin que ningún hombre se haya mirado en la blancura de mis pechos. 



lunes, 19 de mayo de 2014

Simbología en Bodas de sangre: cuchillo, agua, caballo y luna

Las obras de Lorca se caracterizan, entre otros aspectos, por tener un inmenso y diverso abanico de símbolos como son los colores, la sangre, la oscuridad, las flores (jazmín, clavel, rosa, azahar, dalia), los árboles, los animales (toro, ciervo herido, palomo y paloma, pájaro, perro…), las tormentas, las piedras, el agua, el caballo, la luna, las navajas y cuchillos… Nosotros nos centraremos en explicar estos cuatro últimos.
La insistencia en la navaja, el cuchillo y el puñal es constante desde el principio de la obra simbolizando el dolor, la tragedia, el derramamiento de sangre, la muerte, y el miedo en los personajes, pero sobre todo en la madre del Novio (la cual siente verdadero pánico, terror, ante este tipo de armas funestas, pues su marido y uno de sus hijos murieron a causa de una disputa con la familia de los Félix):
Novio: ¿Quieres algo?
Madre: Hijo, el almuerzo.
Novio: Déjelo. Comeré uvas. Deme la navaja.
Madre: ¿Para qué?
Novio:(riendo). Para cortarlas.
Madre: (Entre dientes y buscándola) La navaja, la navaja... Malditas sean todas y el bribón que las inventó.
Novio: Vamos a otro asunto.
Madre: Y las escopetas, y las pistolas, y el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y
los bieldos de la era.
Novio: Bueno.
Madre: Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un hombre hermoso, con su
flor en la boca, que sale a las viñas o va a sus olivos propios, porque son de él,
heredados…

Como vemos, la madre se opone a todo tipo de armas blancas y le tiene miedo pues, como hemos comentado anteriormente, debido a estas hubo dos muertes en su familia. El color plateado del metal también será motivo de terror en los personajes, acentuándose más en la madre del Novio, pues le hace recordar a este tipo de utensilio.
En las religiones arcaicas, sobre todo en la sociedad griega,  el cuchillo era el instrumento de los sacrificios ante los dioses, pues según nos comenta Allen Josephs y Juan Caballero en la edición de Cátedra de esta misma obra, «él es el primero que entra en contacto con la sacralidad de la vida-sangre, el que la libera y la “sacrifica”». El sacrificio lo vemos reflejado en esta obra en el Novio y Leonardo, los cuales, luchan como héroes clásicos hasta alcanzar la muerte mediante la utilización del cuchillo.


 Navaja


Otros símbolos a destacar en esta obra son el caballo y el agua, que junto con el cuchillo simbolizan la muerte.
El caballo representa el sexo, la virilidad, la sensualidad, la pasión desenfrenada, pero también la muerte. Este animal se asocia constantemente con Leonardo, causante y al mismo tiempo víctima de la tragedia final. Quizás la mención más significativa de este símbolo se encuentra en la nana que cantan La Suegra y La Mujer de Leonardo en el segundo cuadro del primer acto:
Suegra:
Nana, niño, nana
del caballo grande
que no quiso el agua.
El agua era negra
dentro de las ramas.
[…]
Mujer: (Bajo)
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.

En estos próximos diez versos de la nana que está llenos de ironía trágica, se augura el final trágico de la obra:
Suegra:
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Las patas heridas,
las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaban al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
más fuerte que el agua.

Además del caballo, en esta nana se puede ver de nuevo el arma blanca (dentro de los ojos un puñal de plata) que junto con el agua, símbolo en este caso no de pureza y vida sino de muerte (pues el agua es negra y está estancada debido a las ramas) vaticinan el destino trágico de Leonardo (representado por el caballo), que morirá en el bosque tras haberse fugado con La Novia tras el casamiento a lomos del caballo.
En la nana vemos cómo el caballo primeramente no quiere beber agua, es decir, que a pesar de visitar varias noches Leonardo a la Novia, no cede a estar con ella (pues él está casado y tiene un hijo), ya que le podría costar la vida. Más adelante, encontramos una variante de esta nana en la que el caballo finalmente accede a beber agua, anticipándonos que Leonardo huirá con la Novia a lomos de su caballo (imagen muy sensual y pasional) para yacer con ella aunque esto le lleve, como ya hemos adelantado, finalmente a la muerte:
Mujer: (Volviéndose lentamente y como soñando)
Duérmete, clavel,
que el caballo se pone a beber.
Suegra:
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Mujer:
Nana, niño, nana.
Suegra:
Ay, caballo grande,
que no quiso el agua!
Mujer: (Dramática)
¡No vengas, no entres!
¡Vete a la montaña!
¡Ay dolor de nieve,
caballo del alba!

Imágenes como el caballo herido, con las crines frías, el puñal de plata, la sangre corriendo más que el agua, el llanto del caballo, la montaña…, están relacionadas con el final trágico de Leonardo anticipándonos cómo y dónde morirá. En todo momento (y gracias a las acotaciones) podemos ver cómo, mientras la Suegra y la Mujer cantan la nana, lloran y sufren por lo que pasará, dándole así más dramatismo a la escena:
Mujer: (Dramática)
¡No vengas, no entres!
¡Vete a la montaña!
¡Ay dolor de nieve,
caballo del alba!
Suegra (llorando)
Mi niño se duerme…
Mujer: (Llorando y acercándose lentamente)
Mi niño descansa...
Suegra:
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
Mujer: (Llorando y apoyándose sobre la mesa.)
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.

 Caballo

Ya por último, analizaremos el símbolo más frecuente en las obras de Lorca: la Luna, que adquiere un papel muy importante en esta obra, pues pasa de ser testigo de los hechos a ser un personaje mítico encarnado por un leñador joven con la cara blanca en el último acto de esta tragedia:
(Por la claridad de la izquierda aparece la Luna. La Luna es un leñador joven,
con la cara blanca. La escena adquiere un vivo resplandor azul.)
Luna:
Cisne redondo en el río,
ojo de las catedrales,
alba fingida en las hojas
soy; ¡no podrán escaparse!
¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
por la maleza del valle?
La luna deja un cuchillo
abandonado en el aire,
que siendo acecho de plomo
quiere ser dolor de sangre.
¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada
por paredes y cristales!
¡Abrid tejados y pechos
donde pueda calentarme!
[…]

La personificación de los elementos de la naturaleza es una de las características más sobresalientes en toda la obra de Lorca, especialmente en el Romancero gitano, en el que la luna adquiere un papel muy importante pues como una bailarina mortal, seduce al niño con un baile fascinante y fatídico que  lo conducirá a la muerte:
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
 
[…]

La Luna siempre se asocia con la muerte en la obra lorquiana, pero aquí la Luna no solamente se asociará con esta sino que requiere la sangre de las víctimas, recordándonos así a la luna del “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” en la que podemos leer:
Dile a la luna que venga,
Que no quiero ver la sangre
De Ignacio sobre la arena.

 Bosque

Por tanto, la luna, como símbolo de fatalidad y actuando como mensajera de la muerte, ayudará a poner fin a la vida de Leonardo y el Novio ya que, gracias a la luz que desprende en la plena oscuridad del bosque, los amantes quedarán al descubierto y se producirá el trágico desenlace en donde la muerte, vestida de Mendiga, pondrá punto y final a esta historia.

 Mendiga