En esta última jornada de Don Álvaro o la fuerza del sino
asistimos a uno de los momentos más impactantes y trágicos de la obra, en donde
el elemento satánico adquiere una gran relevancia en nuestros personajes.
Don Álvaro ha vuelto a ocultarse tras un pseudónimo (al
igual que lo hiciera anteriormente al presentarse a don Carlos como don
Fadrique de Herreros). Esta vez se hará llamar Padre Rafael en el convento de
los Ángeles, donde lleva viviendo cuatro años. A pesar de haberse convertido en
fraile, don Álvaro no parece tener la actitud serena, de paz y tranquilidad que
caracteriza a este tipo de persona, sino que presenta un carácter más bien brusco
y violento, mostrando una actitud extraña que le hace sospechar al hermano Melitón
(que no muestra empatía hacia éste) que está ante una especie de ser demoníaco:
HERMANO MELITÓN.- Ya, eso sí... Pero, la verdad,
siempre que lo miro me acuerdo de aquello que vuestra reverendísima nos ha
contado muchas veces, y también se nos ha leído en el refectorio, de cuando se
hizo fraile de nuestra Orden el demonio, y que estuvo allá en un convento
algunos meses. Y se me ocurre si el padre Rafael será alguna cosa así... pues
tiene unos repentes, una fuerza, y un mirar de ojos...).
[…]
HERMANO MELITÓN.- Yo no me ofendo de que
prefieran al padre Rafael. Lo que digo es que tiene su genio. Y a mí me quiere
mucho, padre nuestro, y echamos nuestras manos de conversación. Pero tiene de
cuando en cuando unas salidas, y se da unas palmadas en la frente... y habla
solo, y hace visajes como si viera algún espíritu.
PADRE GUARDIÁN.- Las penitencias, los ayunos...
HERMANO MELITÓN.- Tiene cosas muy raras. El otro
día estaba cavando en la huerta, y tan pálido y tan desemejado, que le dije en
broma: «Padre, parece un mulato», y me echó una mirada, y cerró el puño, y aún
lo enarboló de modo que parecía que me iba a tragar. Pero se contuvo, se echó
la capucha y desapareció; digo, se marchó de allí a buen paso.
PADRE GUARDIÁN.- Ya.
HERMANO MELITÓN.- Pues el día que fue a
Hornachuelos a auxiliar a su alcalde, cuando estaba en toda su furia aquella
tormenta en que nos cayó la centella sobre el campanario, al verle yo salir sin
cuidarse del aguacero, ni de los truenos que hacían temblar estas montañas, le
dije por broma que parecía entre los riscos un indio bravo, y me dio un berrido
que me aturrulló... Y como vino al convento de un modo tan raro, y nadie lo
viene nunca a ver, ni sabemos dónde nació…
Tras esta conversación, entra en escena don Alfonso (hermano
de Leonor) buscando a don Álvaro con una actitud chulesca, violenta y arrogante,
que observamos sobre todo gracias a las acotaciones:
ESCENA III
El HERMANO MELITÓN y DON ALFONSO vestido de
monje, que sale embozado.
DON ALFONSO (Con muy mal modo, y sin desembozarse.)
De esperar me he puesto cano.
¿Sois vos, por dicha el portero?
Es en la conversación entre don Alfonso y Melitón cuando
vemos la primera referencia clara en la que se identifica a don Álvaro con un ser
endemoniado; tras preguntarle don Melitón a don Alfonso con qué padre Rafael
quiere hablar (hay muchos), este le responde que con “el del infierno” e
inmediatamente el Hermano Melitón sabe de quien se trata, pues le contesta:
Pues ahora caigo en quién es:
el alto, adusto, moreno,
ojos vivos, rostro lleno...
El hermano Melitón también sospecha de la extraña actitud
que muestra este nuevo inquilino que ha entrado en el convento en busca de don
Álvaro, y así lo demuestra en la escena IV cuando va a la celda del padre
Rafael para avisarle de que hay una persona que lo busca:
HERMANO MELITÓN (Yéndose hacia la escalera muy lentamente,
dice aparte.)
¡Caramba!... ¡Qué raro gesto!
Me da malísima espina
y me huele a chamusquina...
HERMANO MELITÓN
Padre, aquí os busca un matón (entra)
Que muy ternejal parece
DON ÁLVARO (receloso)
¿Quién hermano? ¿A mí?... ¿Su nombre?...
HERMANO MELITÓN
Lo ignoro; muy altanero
dice que es un caballero,
Y me parece un mal hombre.
Él, muy bien portado, viene,
y en un andaluz rocín;
pero un genio muy ruín
y un tono muy duro tiene.
La visita de don Alfonso al convento tiene como fin vengar
la muerte de su padre dándole muerte a don Álvaro, el cual nuevamente es
identificado como un monstruo, pero esta vez, en boca de don Alfonso: […] el
cielo (que nunca impunes deja las atrocidades de un monstruo, de un asesino, de
un seductor, de un infame). Tras estas palabras y tras preguntarle el protagonista por su amada Leonor, reconoce
que su alma debe ir al infierno: ¿de nuevo el triunfo asegura el infierno, y se
desploma mi alma en su sima profunda?
Don Álvaro, que en todo momento ha adoptado una actitud
pacífica ante las provocaciones de don Alfonso para luchar, cambia su posición
cuando este, tras conocer el origen de nuestro protagonista, ofende a su linaje
y le da una bofetada. Es entonces cuando don Álvaro muy furioso y en una
actitud violenta y agresiva recobra las fuerzas para pelear contra su cuñado,
buscando así la muerte:
DON ÁLVARO (furioso y recobrando toda su energía)
¿Qué hiciste?... ¡Insensato!
Ya tu sentencia es segura:
Hora es de muerte, de muerte.
El infierno me confunda.
Tras estas palabras, el padre Melitón confirma todas sus
sospechas sobre don Alfonso y también sobre el padre Rafael, pues cree que ambos están endemoniados, y al preguntarle a don
Álvaro que adónde se dirige, este le
responde ¡Voy al infierno!
PADRE MELITÓN
¡Al infierno!... ¡Buen viaje!
También que era del infierno
dijo, para mi gobierno,
Aquel nuevo personaje.
¡Jesús, y qué caras tan…!
Me temo que mis sospechas
han de quedar satisfechas
[…]
No me oyen: vano es gritar.
Demonios son, es patente.
[...]
Un olorcillo han dejado
de azufre… voy a tocar las campanas.
La naturaleza satánica de don Alfonso se hace cada vez más
notoria en boca de don Álvaro:
Hombre, fantasma o demonio,
que ha tomado humana carne
para hundirme en los infiernos,
para perderme..., ¿qué sabes?...
A continuación, es don Alfonso el que hace referencia al
infierno, corroborándonos así, el
satanismo presente en esta jornada:
DON ALFONSO
[…]
Y si, por ser mi destino,
consiguieses el matarme,
quiero allá en tu aleve pecho
todo un infierno dejarte.
DON ÁLVARO (Volviendo al furor)
¿Eres monstruo del infierno,
prodigio de atrocidades?
Finalmente, tras la batalla, don Alfonso cae herido y le
suplica a su enemigo: Confesión! ¡Confesión!... Conozco mi crimen y me
arrepiento... Salvad mi alma, vos, que sois ministro del Señor... Pero don
Álvaro vuelve a hacer hincapié en su actitud demoníaca y le dice: ¡No, yo no
soy más que un réprobo, presa infeliz del demonio! Mis palabras sacrílegas aumentarían
vuestra condenación. Estoy manchado de sangre, estoy irregular…
En la penúltima escena, Don Alfonso, a pesar de haber pedido
el perdón divino, vuelve a “pecar” y mata a su hermana Leonor incrementando así
su maldad y su actitud demoníaca, pues parece estar fuera de sí:
DON ALFONSO.- ¡Ves al último de tu infeliz
familia!
DOÑA LEONOR.- (Precipitándose en los
brazos de su hermano.) ¡Hermano mío!... ¡Alfonso!
DON ALFONSO.- (Hace un esfuerzo, saca un
puñal, y hiere de muerte a LEONOR.) ¡Toma, causa de tantos
desastres, recibe el premio de tu deshonra!... Muero vengado. (Muere.)
En la última escena de la obra es donde el satanismo de don
Álvaro adquiere su punto máximo. Pues tras quedar completamente solo, la locura
se apiada de él y, horrorizado por haber vivido cuatro años cerca de Leonor sin
saberlo, fuera de sí y desatado se sube a un risco y se suicida, pues cansado
ya de buscar la muerte solo la encuentra de esta forma. Ya nada le importa, la
vida para él no tiene ningún sentido si su amada no está junto a él.
PADRE GUARDIÁN.- ¡padre Rafael!
DON ÁLVARO.- (Desde un risco, con sonrisa
diabólica, todo convulso,dice.) Busca, imbécil, al padre Rafael... Yo soy
un enviado del infierno, soy el demonio exterminador... Huid, miserables.
El satanismo presente en don Álvaro se confirma con sus
deseos al encomendarse al infierno directamente pidiendo que le abra sus
puertas y se lo trague, y solicitando la desaparición de la raza humana:
DON ÁLVARO.- Infierno, abre tu boca y trágame!
¡Húndase el cielo, perezca la raza humana; exterminio,
destrucción...! (Sube a lo más alto del monte y se precipita.)
Con esta gran imagen repleta de dolor, horror, furia, locura
desatada y, sobre todo, de satanismo, se pone fin a la obra de Don Álvaro o la
fuerza del sino del Duque de Rivas, en la que todos los personajes principales han
tenido un trágico destino final: la muerte.
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