domingo, 18 de mayo de 2014

Satanismo en la jornada V

En esta última jornada de Don Álvaro o la fuerza del sino asistimos a uno de los momentos más impactantes y trágicos de la obra, en donde el elemento satánico adquiere una gran relevancia en nuestros personajes.

Don Álvaro ha vuelto a ocultarse tras un pseudónimo (al igual que lo hiciera anteriormente al presentarse a don Carlos como don Fadrique de Herreros). Esta vez se hará llamar Padre Rafael en el convento de los Ángeles, donde lleva viviendo cuatro años. A pesar de haberse convertido en fraile, don Álvaro no parece tener la actitud serena, de paz y tranquilidad que caracteriza a este tipo de persona, sino que presenta un carácter más bien brusco y violento, mostrando una actitud extraña que le hace sospechar al hermano Melitón (que no muestra empatía hacia éste) que está ante una especie de ser demoníaco:
HERMANO MELITÓN.-  Ya, eso sí... Pero, la verdad, siempre que lo miro me acuerdo de aquello que vuestra reverendísima nos ha contado muchas veces, y también se nos ha leído en el refectorio, de cuando se hizo fraile de nuestra Orden el demonio, y que estuvo allá en un convento algunos meses. Y se me ocurre si el padre Rafael será alguna cosa así... pues tiene unos repentes, una fuerza, y un mirar de ojos...).
                                                              […]
HERMANO MELITÓN.-   Yo no me ofendo de que prefieran al padre Rafael. Lo que digo es que tiene su genio. Y a mí me quiere mucho, padre nuestro, y echamos nuestras manos de conversación. Pero tiene de cuando en cuando unas salidas, y se da unas palmadas en la frente... y habla solo, y hace visajes como si viera algún espíritu.
PADRE GUARDIÁN.-  Las penitencias, los ayunos...
HERMANO MELITÓN.- Tiene cosas muy raras. El otro día estaba cavando en la huerta, y tan pálido y tan desemejado, que le dije en broma: «Padre, parece un mulato», y me echó una mirada, y cerró el puño, y aún lo enarboló de modo que parecía que me iba a tragar. Pero se contuvo, se echó la capucha y desapareció; digo, se marchó de allí a buen paso.
PADRE GUARDIÁN.- Ya.
HERMANO MELITÓN.-  Pues el día que fue a Hornachuelos a auxiliar a su alcalde, cuando estaba en toda su furia aquella tormenta en que nos cayó la centella sobre el campanario, al verle yo salir sin cuidarse del aguacero, ni de los truenos que hacían temblar estas montañas, le dije por broma que parecía entre los riscos un indio bravo, y me dio un berrido que me aturrulló... Y como vino al convento de un modo tan raro, y nadie lo viene nunca a ver, ni sabemos dónde nació…

Tras esta conversación, entra en escena don Alfonso (hermano de Leonor) buscando a don Álvaro con una actitud chulesca, violenta y arrogante, que observamos sobre todo gracias a las acotaciones:
ESCENA III
El HERMANO MELITÓN y DON ALFONSO vestido de monje, que sale embozado.
DON ALFONSO (Con muy mal modo, y sin desembozarse.) 
De esperar me he puesto cano.
 ¿Sois vos, por dicha el portero?

Es en la conversación entre don Alfonso y Melitón cuando vemos la primera referencia clara en la que se identifica a don Álvaro con un ser endemoniado; tras preguntarle don Melitón a don Alfonso con qué padre Rafael quiere hablar (hay muchos), este le responde que con “el del infierno” e inmediatamente el Hermano Melitón sabe de quien se trata, pues le contesta:
Pues ahora caigo en quién es:
el alto, adusto, moreno,
ojos vivos, rostro lleno...

El hermano Melitón también sospecha de la extraña actitud que muestra este nuevo inquilino que ha entrado en el convento en busca de don Álvaro, y así lo demuestra en la escena IV cuando va a la celda del padre Rafael para avisarle de que hay una persona que lo busca:
HERMANO MELITÓN (Yéndose hacia la escalera muy lentamente, dice aparte.) 
¡Caramba!... ¡Qué raro gesto!
Me da malísima espina
y me huele a chamusquina...

HERMANO MELITÓN
Padre, aquí os busca un matón (entra)
Que muy ternejal parece
DON ÁLVARO (receloso)
¿Quién hermano? ¿A mí?... ¿Su nombre?...

HERMANO MELITÓN
Lo ignoro; muy altanero
dice que es un caballero,
Y me parece un mal hombre.
Él, muy bien portado, viene,
y en un andaluz rocín;
pero un genio muy ruín
y un tono muy duro tiene.

La visita de don Alfonso al convento tiene como fin vengar la muerte de su padre dándole muerte a don Álvaro, el cual nuevamente es identificado como un monstruo, pero esta vez, en boca de don Alfonso: […] el cielo (que nunca impunes deja las atrocidades de un monstruo, de un asesino, de un seductor, de un infame). Tras estas palabras y tras preguntarle  el protagonista por su amada Leonor, reconoce que su alma debe ir al infierno: ¿de nuevo el triunfo asegura el infierno, y se desploma mi alma en su sima profunda?
Don Álvaro, que en todo momento ha adoptado una actitud pacífica ante las provocaciones de don Alfonso para luchar, cambia su posición cuando este, tras conocer el origen de nuestro protagonista, ofende a su linaje y le da una bofetada. Es entonces cuando don Álvaro muy furioso y en una actitud violenta y agresiva recobra las fuerzas para pelear contra su cuñado, buscando así la muerte:
DON ÁLVARO (furioso y recobrando toda su energía)
¿Qué hiciste?... ¡Insensato!
Ya tu sentencia es segura:
Hora es de muerte, de muerte.
El infierno me confunda.

Tras estas palabras, el padre Melitón confirma todas sus sospechas sobre don Alfonso y también sobre el padre Rafael, pues cree que  ambos están endemoniados, y al preguntarle a don Álvaro  que adónde se dirige, este le responde ¡Voy al infierno!
PADRE MELITÓN
¡Al infierno!... ¡Buen viaje!
También que era del infierno
dijo, para mi gobierno,
Aquel nuevo personaje.
¡Jesús, y qué caras tan…!
Me temo que mis sospechas
han de quedar satisfechas
[…]
No me oyen: vano es gritar.
Demonios son, es patente.
[...]
Un olorcillo han dejado
de azufre… voy a tocar las campanas.

La naturaleza satánica de don Alfonso se hace cada vez más notoria en boca de don Álvaro:
Hombre, fantasma o demonio,
que ha tomado humana carne
para hundirme en los infiernos,
para perderme..., ¿qué sabes?...

A continuación, es don Alfonso el que hace referencia al infierno, corroborándonos así,  el satanismo presente en esta jornada:
DON ALFONSO
[…]
Y  si, por ser mi destino,
consiguieses el matarme,
quiero allá en tu aleve pecho
todo un infierno dejarte.

DON ÁLVARO (Volviendo al furor)
¿Eres monstruo del infierno,
prodigio de atrocidades?

Finalmente, tras la batalla, don Alfonso cae herido y le suplica a su enemigo: Confesión! ¡Confesión!... Conozco mi crimen y me arrepiento... Salvad mi alma, vos, que sois ministro del Señor... Pero don Álvaro vuelve a hacer hincapié en su actitud demoníaca y le dice: ¡No, yo no soy más que un réprobo, presa infeliz del demonio! Mis palabras sacrílegas aumentarían vuestra condenación. Estoy manchado de sangre, estoy irregular…

En la penúltima escena, Don Alfonso, a pesar de haber pedido el perdón divino, vuelve a “pecar” y mata a su hermana Leonor incrementando así su maldad y su actitud demoníaca, pues parece estar fuera de sí:
DON ALFONSO.-  ¡Ves al último de tu infeliz familia!
DOÑA LEONOR.-    (Precipitándose en los brazos de su hermano.)  ¡Hermano mío!... ¡Alfonso!
DON ALFONSO.-  (Hace un esfuerzo, saca un puñal, y hiere de muerte a LEONOR.)  ¡Toma, causa de tantos desastres, recibe el premio de tu deshonra!... Muero vengado.  (Muere.) 

En la última escena de la obra es donde el satanismo de don Álvaro adquiere su punto máximo. Pues tras quedar completamente solo, la locura se apiada de él y, horrorizado por haber vivido cuatro años cerca de Leonor sin saberlo, fuera de sí y desatado se sube a un risco y se suicida, pues cansado ya de buscar la muerte solo la encuentra de esta forma. Ya nada le importa, la vida para él no tiene ningún sentido si su amada no está junto a él.
PADRE GUARDIÁN.-  ¡padre Rafael!
DON ÁLVARO.-   (Desde un risco, con sonrisa diabólica, todo convulso,dice.) Busca, imbécil, al padre Rafael... Yo soy un enviado del infierno, soy el demonio exterminador... Huid, miserables.

El satanismo presente en don Álvaro se confirma con sus deseos al encomendarse al infierno directamente pidiendo que le abra sus puertas y se lo trague, y solicitando la desaparición de la raza humana:
 DON ÁLVARO.-  Infierno, abre tu boca y trágame! ¡Húndase el cielo, perezca la raza humana; exterminio, destrucción...!  (Sube a lo más alto del monte y se precipita.)


Con esta gran imagen repleta de dolor, horror, furia, locura desatada y, sobre todo, de satanismo, se pone fin a la obra de Don Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas, en la que todos los personajes principales han tenido un trágico destino final: la muerte.

 Satanismo

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