Tras la trifulca de Don Carlos con los oficiales por hacer
trampas en el juego de cartas, aparece don Álvaro para ayudar al hermano de
doña Leonor. Ambos se presentan bajo un pseudónimo: don Carlos se presenta como
don Félix y don Álvaro como don Fadrique y entablan una gran amistad hasta tal
punto que, cuando don Álvaro cae herido en la batalla, don Carlos lo acompaña,
no lo deja solo ni un momento y no quiere que se muera, pues don Álvaro le
salvó a él del incidente con los oficiales:
DON CARLOS (Con expresión)
Que me deis
vuestro nombre a suplicaros
me atrevo. Y para obligaros,
primero el mío sabréis.
Siento no decir verdad: (Aparte.)
soy don Félix de Avendaña,
que he venido a esta campaña
sólo por curiosidad.
Soy teniente coronel,
y del general Briones
ayudante: relaciones
tengo de sangre con él.
DON ÁLVARO (Aparte)
¡Qué franco es, y qué expresivo!
Me cautiva el corazón
DON CARLOS
Me parece que es razón
que sepa yo por quién vivo,
Pues la gratitud es ley.
DON ÁLVARO
Soy… don Fadrique de Herreros,
capitán de granaderos
del regimiento del Rey.
Es en este momento, en el que don Carlos empieza a
sospechar de la identidad de don Álvaro.Primeramente, cuando le da ánimos al
herido diciéndole que su pecho se adornará de la orden militar de Santiago o
Calatrava, y don Álvaro reacciona de una forma muy agitada: ¿Qué escucho, qué?
¡Santo cielo! ¡Ah, no, no! ¡De Calatrava jamás, jamás...! ¡Dios eterno!. Tras
despertar de un nuevo desmayo, el protagonista le pide al hermano de su amada
que con una llave que él le dará abra una caja que hay en su maleta y queme
unos papeles que hay dentro, pero sin leerlos. Tras esta orden, don Carlos
queda pensativo y tiene curiosidad en saber qué hay en esos papeles que no
pueden ser leídos. Y en forma de monólogo, debate él mismo si debe o no abrir
esa caja y leer lo que contiene dentro, pues ya sospecha que don Fadrique no es
verdaderamente quien dice ser:
DON CARLOS
¿Y de Calatrava el nombre
por qué así le horrorizó
cuando pronunciarlo oyó?...
¿Qué hallará en él que le asombre?
¡Sabrá que está deshonrado!...
Será un hidalgo andaluz…
¡Cielos!... ¡Qué rayo de luz
sobre mí habéis derramado
en este momento!... Sí.
¿Podrá éste ser el traidor,
de mi sangre deshonor,
el que a buscar vine aquí?
(Furioso y empuñando la espada)
¿Y aún respira?... No, ahora mismo a mis manos.
Finalmente, tras debatir si abrir o no la caja, la abre, y
para no faltar a su palabra no toca el legajo que le dijo don Álvaro, sino que
busca dentro de la caja otra pista que pueda sacarle de dudas si está ante el
verdadero asesino de su padre o no. Tras buscar, encuentra una cajita
como de retrato y al abrirla ve que es una fotografía de su hermana Leonor. Sus
sospechas hacia don Fadrique se han confirmado: en realidad es don Álvaro, el
asesino de su padre y su hermano:
(Registrando la maleta.)
Si encontrar aquí pudiera
algún otro abierto indicio,
que sin hacer perjuicio
a mi opinión, me advirtiera...
(Sorprendido.)
¡Cielos!... lo hay... esta cajilla,
(Saca una cajita como de retrato.)
que algún retrato contiene,
(Reconociéndola.)
ni sello ni sobre tiene,
tiene sólo una aldabilla.
Hasta sin ser indiscreto
reconocerla me es dado:
nada de ella me han hablado,
ni rompo ningún secreto.
Ábrola, pues, en buen hora,
aunque un basilisco vea:
aunque para el mundo sea
caja fatal de Pandora.
(La abre, y exclama muy agitado)
¡Cielos!.. no... no me engañé,
esta es mi hermana Leonor...
¿para qué prueba mayor?...
Con la más clara encontré.
Ya está todo averiguado;
don Álvaro es el herido.
Tras saber la verdadera identidad de don Fadrique, don Carlos
desea que el asesino de su padre muera, pero tras recapacitar, pide que viva
para poder darle muerte él mismo en persona. También, piensa en matar a su
hermana doña Leonor, pensamiento que más tarde, pasará a hacerse realidad a
manos de su hermano don Alfonso, quien le clava un puñal:
DON CARLOS
Descubrirlo me conviene
con astucia y disimulo.
¡Cuán feliz será mi suerte
si la venganza y castigo
sólo de un golpe consigo,
a los dos dando la muerte!
Mas... ¡ah!... no me precipite
mi honra, cielos, ofendida.
Guardad a este hombre la vida
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