¿Quién no ha oído hablar alguna vez de Don Álvaro, uno de
los personajes más ilustres del teatro romántico español? Es un indiano rico y
con un origen misterioso, uno de los hombres más admirados en Sevilla, que está
enamorado y quiere casarse con doña Leonor, hija del marqués de Calatrava,
quien se opone rotundamente al casamiento por considerar a don Álvaro un
forastero aventurero. Los enamorados planean su fuga para poder casarse pero el
padre de doña Leonor los sorprende justo antes de huir, pero muere
accidentalmente al dispararse la pistola que había arrojado don Álvaro al suelo
al no querer pelear con su suegro.
Tras esta desgracia, doña Leonor decide pasar una vida
retirada como penitencia en un convento de la serranía de Córdoba; y don
Álvaro, que cree que su amada está muerta, se marcha a Italia, como soldado.
Allí, en Veletri, conoce a don Carlos (uno de los hermanos de doña Leonor que
también es militar) con el que entabla una bonita amistad hasta que finalmente,
don Carlos reconoce al asesino de su padre, y lo reta a un duelo de muerte en
el que este pierde la vida.
Don Álvaro es arrestado por haber infringido la ley que
prohíbe los desafíos, pero en un ataque del ejército enemigo es liberado. Lucha
con sus compañeros en busca de la muerte pero no lo consigue, así que vuelve a
España y se refugia en el convento de los Ángeles donde pasará cuatro años.
El otro hermano de doña Leonor, don Alfonso, se entera que
don Álvaro se encuentra en el convento de los Ángeles y decide ir en su búsqueda para
vengar las muertes de su familia. Se baten en duelo y don Alfonso cae en el
suelo herido, pero antes de morir, pide
confesarse, así que don Álvaro lo lleva a una gruta que sirve de ermita y allí
se encuentran con doña Leonor. Don Álvaro, se alegra al ver que su amada no
estaba muerta, pero don Alfonso cree que los enamorados han estado juntos
durante todo este tiempo (¡Oh furia!...
Ella es… ¡Estaba aquí con su seductor!...¡Hipócritas!... ¡Leonor!) y
cuando doña Leonor se acerca para socorrerle, la apuñala hasta que fallece, diciéndole:
Toma, causa de tantos desastres,
recibe el premio de tu deshonra... Muero vengado.
Don Álvaro desesperado, loco,agitado por la muerte de su amada doña Leonor y la de toda su familia decide finalmente suicidarse arrojándose desde lo alto de un monte gritando: Busca, imbécil, al padre Rafael… Yo soy un enviado del infierno, soy el demonio exterminador… Huid, miserables. ¡Infierno, abre tu boca y trágame! ¡Húndase el cielo, perezca la raza humana; exterminio, destrucción!
Esta obra dramática dividida en cinco actos, fue estrenada en el Teatro Príncipe de Madrid, en marzo de 1835. Era una obra que resultaba demasiado revolucionaria para la escena española en aquellos tiempos, a pesar de haberse representado antes obras
románticas. Algunas revistas como El Correo de las Damas y algunos periódicos fueron muy duros con las críticas de esta obra, pero no por ello dejó de representarse en escena (hasta diecisiete veces en un mismo año), convirtiéndose así en una de las obras más representadas en Madrid y con éxito corroborado.
Como toda buena obra literaria, no podía faltar una película basada en ella. Por ello, como aportación curiosa, os dejo el enlace a una película que se realizó en 1908 con un gran elenco de actores como Ana María Vidal, Francisco Valladares, José María Escuer y Álvaro de Luna, entre otros. Tras ver la película habrá que pensar en la típica pregunta que nos hacemos cuando hemos leído un libro y hemos visto una versión cinematográfica del mismo: ¿qué es mejor la película o el libro?
Véanla, y juzguen ustedes mismos.
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