lunes, 19 de mayo de 2014

Simbología en Bodas de sangre: cuchillo, agua, caballo y luna

Las obras de Lorca se caracterizan, entre otros aspectos, por tener un inmenso y diverso abanico de símbolos como son los colores, la sangre, la oscuridad, las flores (jazmín, clavel, rosa, azahar, dalia), los árboles, los animales (toro, ciervo herido, palomo y paloma, pájaro, perro…), las tormentas, las piedras, el agua, el caballo, la luna, las navajas y cuchillos… Nosotros nos centraremos en explicar estos cuatro últimos.
La insistencia en la navaja, el cuchillo y el puñal es constante desde el principio de la obra simbolizando el dolor, la tragedia, el derramamiento de sangre, la muerte, y el miedo en los personajes, pero sobre todo en la madre del Novio (la cual siente verdadero pánico, terror, ante este tipo de armas funestas, pues su marido y uno de sus hijos murieron a causa de una disputa con la familia de los Félix):
Novio: ¿Quieres algo?
Madre: Hijo, el almuerzo.
Novio: Déjelo. Comeré uvas. Deme la navaja.
Madre: ¿Para qué?
Novio:(riendo). Para cortarlas.
Madre: (Entre dientes y buscándola) La navaja, la navaja... Malditas sean todas y el bribón que las inventó.
Novio: Vamos a otro asunto.
Madre: Y las escopetas, y las pistolas, y el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y
los bieldos de la era.
Novio: Bueno.
Madre: Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un hombre hermoso, con su
flor en la boca, que sale a las viñas o va a sus olivos propios, porque son de él,
heredados…

Como vemos, la madre se opone a todo tipo de armas blancas y le tiene miedo pues, como hemos comentado anteriormente, debido a estas hubo dos muertes en su familia. El color plateado del metal también será motivo de terror en los personajes, acentuándose más en la madre del Novio, pues le hace recordar a este tipo de utensilio.
En las religiones arcaicas, sobre todo en la sociedad griega,  el cuchillo era el instrumento de los sacrificios ante los dioses, pues según nos comenta Allen Josephs y Juan Caballero en la edición de Cátedra de esta misma obra, «él es el primero que entra en contacto con la sacralidad de la vida-sangre, el que la libera y la “sacrifica”». El sacrificio lo vemos reflejado en esta obra en el Novio y Leonardo, los cuales, luchan como héroes clásicos hasta alcanzar la muerte mediante la utilización del cuchillo.


 Navaja


Otros símbolos a destacar en esta obra son el caballo y el agua, que junto con el cuchillo simbolizan la muerte.
El caballo representa el sexo, la virilidad, la sensualidad, la pasión desenfrenada, pero también la muerte. Este animal se asocia constantemente con Leonardo, causante y al mismo tiempo víctima de la tragedia final. Quizás la mención más significativa de este símbolo se encuentra en la nana que cantan La Suegra y La Mujer de Leonardo en el segundo cuadro del primer acto:
Suegra:
Nana, niño, nana
del caballo grande
que no quiso el agua.
El agua era negra
dentro de las ramas.
[…]
Mujer: (Bajo)
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.

En estos próximos diez versos de la nana que está llenos de ironía trágica, se augura el final trágico de la obra:
Suegra:
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Las patas heridas,
las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaban al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
más fuerte que el agua.

Además del caballo, en esta nana se puede ver de nuevo el arma blanca (dentro de los ojos un puñal de plata) que junto con el agua, símbolo en este caso no de pureza y vida sino de muerte (pues el agua es negra y está estancada debido a las ramas) vaticinan el destino trágico de Leonardo (representado por el caballo), que morirá en el bosque tras haberse fugado con La Novia tras el casamiento a lomos del caballo.
En la nana vemos cómo el caballo primeramente no quiere beber agua, es decir, que a pesar de visitar varias noches Leonardo a la Novia, no cede a estar con ella (pues él está casado y tiene un hijo), ya que le podría costar la vida. Más adelante, encontramos una variante de esta nana en la que el caballo finalmente accede a beber agua, anticipándonos que Leonardo huirá con la Novia a lomos de su caballo (imagen muy sensual y pasional) para yacer con ella aunque esto le lleve, como ya hemos adelantado, finalmente a la muerte:
Mujer: (Volviéndose lentamente y como soñando)
Duérmete, clavel,
que el caballo se pone a beber.
Suegra:
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Mujer:
Nana, niño, nana.
Suegra:
Ay, caballo grande,
que no quiso el agua!
Mujer: (Dramática)
¡No vengas, no entres!
¡Vete a la montaña!
¡Ay dolor de nieve,
caballo del alba!

Imágenes como el caballo herido, con las crines frías, el puñal de plata, la sangre corriendo más que el agua, el llanto del caballo, la montaña…, están relacionadas con el final trágico de Leonardo anticipándonos cómo y dónde morirá. En todo momento (y gracias a las acotaciones) podemos ver cómo, mientras la Suegra y la Mujer cantan la nana, lloran y sufren por lo que pasará, dándole así más dramatismo a la escena:
Mujer: (Dramática)
¡No vengas, no entres!
¡Vete a la montaña!
¡Ay dolor de nieve,
caballo del alba!
Suegra (llorando)
Mi niño se duerme…
Mujer: (Llorando y acercándose lentamente)
Mi niño descansa...
Suegra:
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
Mujer: (Llorando y apoyándose sobre la mesa.)
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.

 Caballo

Ya por último, analizaremos el símbolo más frecuente en las obras de Lorca: la Luna, que adquiere un papel muy importante en esta obra, pues pasa de ser testigo de los hechos a ser un personaje mítico encarnado por un leñador joven con la cara blanca en el último acto de esta tragedia:
(Por la claridad de la izquierda aparece la Luna. La Luna es un leñador joven,
con la cara blanca. La escena adquiere un vivo resplandor azul.)
Luna:
Cisne redondo en el río,
ojo de las catedrales,
alba fingida en las hojas
soy; ¡no podrán escaparse!
¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
por la maleza del valle?
La luna deja un cuchillo
abandonado en el aire,
que siendo acecho de plomo
quiere ser dolor de sangre.
¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada
por paredes y cristales!
¡Abrid tejados y pechos
donde pueda calentarme!
[…]

La personificación de los elementos de la naturaleza es una de las características más sobresalientes en toda la obra de Lorca, especialmente en el Romancero gitano, en el que la luna adquiere un papel muy importante pues como una bailarina mortal, seduce al niño con un baile fascinante y fatídico que  lo conducirá a la muerte:
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
 
[…]

La Luna siempre se asocia con la muerte en la obra lorquiana, pero aquí la Luna no solamente se asociará con esta sino que requiere la sangre de las víctimas, recordándonos así a la luna del “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” en la que podemos leer:
Dile a la luna que venga,
Que no quiero ver la sangre
De Ignacio sobre la arena.

 Bosque

Por tanto, la luna, como símbolo de fatalidad y actuando como mensajera de la muerte, ayudará a poner fin a la vida de Leonardo y el Novio ya que, gracias a la luz que desprende en la plena oscuridad del bosque, los amantes quedarán al descubierto y se producirá el trágico desenlace en donde la muerte, vestida de Mendiga, pondrá punto y final a esta historia.

 Mendiga


domingo, 18 de mayo de 2014

Bodas de sangre, Federico García Lorca

 Bodas de Sangre

Bodas de sangre es una tragedia del granadino Federico García Lorca dividida en tres actos (cada uno de ellos con diversos cuadros), está escrita en verso y en prosa, y fue terminada en 1932 y estrenada el 8 de marzo de 1933 en el teatro Beatriz de Madrid. Esta obra, junto con Yerma y La destrucción de Sodoma o El drama de las hijas de Loth (esta última jamás escrita pero sí planeada en la mente del autor), conformarían una trilogía, recuperando así la presentación clásica de las tragedias griegas.
Esta obra está basada en un hecho real ocurrido en Níjar(Almería) el 23 de julio de 1928: Francisca Cañada Morales y Casimiro Pérez Pino iban a contraer matrimonio, pero horas antes del enlace, la futura esposa huye con su amante y a la vez primo, Francisco Montes. Tras varios kilómetros de huída en lomos de un caballo, un hermano de Casimiro, José Pérez Pino, mata a tiros a Francisco Montes y, a Francisca, intenta estrangularla, quien al hacerse la muerta sobrevivió.  

Crímen de Níjar

Este hecho también inspiró a Carmen de Burgos, que en 1931 escribió Puñal de claveles, con otro estilo y con un  final distinto (feliz), pero basada en los mismos hechos.

                                          Puñal de claveles

Argumento de Bodas de sangre

Primeramente, hay que aclarar que los personajes de esta tragedia no tienen nombre, excepto Leonardo (antiguo novio de la Novia).
Dos jóvenes llamados La Novia y el Novio deciden casarse, pero el mismo día de la boda la Novia vuelve a ver a su antiguo novio Leonardo, ahora casado y con hijos. Éste pertenece a la familia de los Félix, familia que causa odio y rencor a la madre del Novio, además de un temor ante todo tipo de arma, pues su hijo mayor y su marido fueron asesinados a manos de la familia de los Félix. Tras la boda, la Novia se fuga con su antiguo novio Leonardo a lomos del caballo, llevados por la pasión existente entre ambos. El Novio sale en su búsqueda y tras encontrarlo en el bosque, Leonardo y él pelean hasta que mueren. La Novia va a casa de la madre del Novio a pedirle que la mate, pero ésta, al saber que el único hijo que le quedaba vivo también ha muerto a manos de los Félix, queda desolada y es incapaz de hacer nada.
Además de estos personajes, aparecen personajes  y elementos simbólicos como la luna (leñador con la cara blanca), la muerte (mendiga), la corona de azahar, el cuchillo, el caballo, los colores, flores, plata, río, sangre…

Representaciones

Bodas de sangre se ha representado en muchas ocasiones en España. Una de las más emblemáticas fue la de José Tamayo en el teatro Bellas Artes, en los años 60. Además de las representaciones dramáticas, se han hecho también versiones cinematográficas. La primera película es argentina de 1938 que fue interpretada por Margarita Xirgu. Además, hubo versiones musicales como la de Carlos Saura en 1981 y en 1974 Antonio Gades estrenó en Roma su ballet llamado Crónica del suceso de bodas de sangre.
Bodas de sangre fue el primer gran éxito de Federico García Lorca  como dramaturgo y le proporcionó reconocimiento dentro y fuera de España.

 Representación del ballet de Bodas de Sangre


Satanismo en la jornada V

En esta última jornada de Don Álvaro o la fuerza del sino asistimos a uno de los momentos más impactantes y trágicos de la obra, en donde el elemento satánico adquiere una gran relevancia en nuestros personajes.

Don Álvaro ha vuelto a ocultarse tras un pseudónimo (al igual que lo hiciera anteriormente al presentarse a don Carlos como don Fadrique de Herreros). Esta vez se hará llamar Padre Rafael en el convento de los Ángeles, donde lleva viviendo cuatro años. A pesar de haberse convertido en fraile, don Álvaro no parece tener la actitud serena, de paz y tranquilidad que caracteriza a este tipo de persona, sino que presenta un carácter más bien brusco y violento, mostrando una actitud extraña que le hace sospechar al hermano Melitón (que no muestra empatía hacia éste) que está ante una especie de ser demoníaco:
HERMANO MELITÓN.-  Ya, eso sí... Pero, la verdad, siempre que lo miro me acuerdo de aquello que vuestra reverendísima nos ha contado muchas veces, y también se nos ha leído en el refectorio, de cuando se hizo fraile de nuestra Orden el demonio, y que estuvo allá en un convento algunos meses. Y se me ocurre si el padre Rafael será alguna cosa así... pues tiene unos repentes, una fuerza, y un mirar de ojos...).
                                                              […]
HERMANO MELITÓN.-   Yo no me ofendo de que prefieran al padre Rafael. Lo que digo es que tiene su genio. Y a mí me quiere mucho, padre nuestro, y echamos nuestras manos de conversación. Pero tiene de cuando en cuando unas salidas, y se da unas palmadas en la frente... y habla solo, y hace visajes como si viera algún espíritu.
PADRE GUARDIÁN.-  Las penitencias, los ayunos...
HERMANO MELITÓN.- Tiene cosas muy raras. El otro día estaba cavando en la huerta, y tan pálido y tan desemejado, que le dije en broma: «Padre, parece un mulato», y me echó una mirada, y cerró el puño, y aún lo enarboló de modo que parecía que me iba a tragar. Pero se contuvo, se echó la capucha y desapareció; digo, se marchó de allí a buen paso.
PADRE GUARDIÁN.- Ya.
HERMANO MELITÓN.-  Pues el día que fue a Hornachuelos a auxiliar a su alcalde, cuando estaba en toda su furia aquella tormenta en que nos cayó la centella sobre el campanario, al verle yo salir sin cuidarse del aguacero, ni de los truenos que hacían temblar estas montañas, le dije por broma que parecía entre los riscos un indio bravo, y me dio un berrido que me aturrulló... Y como vino al convento de un modo tan raro, y nadie lo viene nunca a ver, ni sabemos dónde nació…

Tras esta conversación, entra en escena don Alfonso (hermano de Leonor) buscando a don Álvaro con una actitud chulesca, violenta y arrogante, que observamos sobre todo gracias a las acotaciones:
ESCENA III
El HERMANO MELITÓN y DON ALFONSO vestido de monje, que sale embozado.
DON ALFONSO (Con muy mal modo, y sin desembozarse.) 
De esperar me he puesto cano.
 ¿Sois vos, por dicha el portero?

Es en la conversación entre don Alfonso y Melitón cuando vemos la primera referencia clara en la que se identifica a don Álvaro con un ser endemoniado; tras preguntarle don Melitón a don Alfonso con qué padre Rafael quiere hablar (hay muchos), este le responde que con “el del infierno” e inmediatamente el Hermano Melitón sabe de quien se trata, pues le contesta:
Pues ahora caigo en quién es:
el alto, adusto, moreno,
ojos vivos, rostro lleno...

El hermano Melitón también sospecha de la extraña actitud que muestra este nuevo inquilino que ha entrado en el convento en busca de don Álvaro, y así lo demuestra en la escena IV cuando va a la celda del padre Rafael para avisarle de que hay una persona que lo busca:
HERMANO MELITÓN (Yéndose hacia la escalera muy lentamente, dice aparte.) 
¡Caramba!... ¡Qué raro gesto!
Me da malísima espina
y me huele a chamusquina...

HERMANO MELITÓN
Padre, aquí os busca un matón (entra)
Que muy ternejal parece
DON ÁLVARO (receloso)
¿Quién hermano? ¿A mí?... ¿Su nombre?...

HERMANO MELITÓN
Lo ignoro; muy altanero
dice que es un caballero,
Y me parece un mal hombre.
Él, muy bien portado, viene,
y en un andaluz rocín;
pero un genio muy ruín
y un tono muy duro tiene.

La visita de don Alfonso al convento tiene como fin vengar la muerte de su padre dándole muerte a don Álvaro, el cual nuevamente es identificado como un monstruo, pero esta vez, en boca de don Alfonso: […] el cielo (que nunca impunes deja las atrocidades de un monstruo, de un asesino, de un seductor, de un infame). Tras estas palabras y tras preguntarle  el protagonista por su amada Leonor, reconoce que su alma debe ir al infierno: ¿de nuevo el triunfo asegura el infierno, y se desploma mi alma en su sima profunda?
Don Álvaro, que en todo momento ha adoptado una actitud pacífica ante las provocaciones de don Alfonso para luchar, cambia su posición cuando este, tras conocer el origen de nuestro protagonista, ofende a su linaje y le da una bofetada. Es entonces cuando don Álvaro muy furioso y en una actitud violenta y agresiva recobra las fuerzas para pelear contra su cuñado, buscando así la muerte:
DON ÁLVARO (furioso y recobrando toda su energía)
¿Qué hiciste?... ¡Insensato!
Ya tu sentencia es segura:
Hora es de muerte, de muerte.
El infierno me confunda.

Tras estas palabras, el padre Melitón confirma todas sus sospechas sobre don Alfonso y también sobre el padre Rafael, pues cree que  ambos están endemoniados, y al preguntarle a don Álvaro  que adónde se dirige, este le responde ¡Voy al infierno!
PADRE MELITÓN
¡Al infierno!... ¡Buen viaje!
También que era del infierno
dijo, para mi gobierno,
Aquel nuevo personaje.
¡Jesús, y qué caras tan…!
Me temo que mis sospechas
han de quedar satisfechas
[…]
No me oyen: vano es gritar.
Demonios son, es patente.
[...]
Un olorcillo han dejado
de azufre… voy a tocar las campanas.

La naturaleza satánica de don Alfonso se hace cada vez más notoria en boca de don Álvaro:
Hombre, fantasma o demonio,
que ha tomado humana carne
para hundirme en los infiernos,
para perderme..., ¿qué sabes?...

A continuación, es don Alfonso el que hace referencia al infierno, corroborándonos así,  el satanismo presente en esta jornada:
DON ALFONSO
[…]
Y  si, por ser mi destino,
consiguieses el matarme,
quiero allá en tu aleve pecho
todo un infierno dejarte.

DON ÁLVARO (Volviendo al furor)
¿Eres monstruo del infierno,
prodigio de atrocidades?

Finalmente, tras la batalla, don Alfonso cae herido y le suplica a su enemigo: Confesión! ¡Confesión!... Conozco mi crimen y me arrepiento... Salvad mi alma, vos, que sois ministro del Señor... Pero don Álvaro vuelve a hacer hincapié en su actitud demoníaca y le dice: ¡No, yo no soy más que un réprobo, presa infeliz del demonio! Mis palabras sacrílegas aumentarían vuestra condenación. Estoy manchado de sangre, estoy irregular…

En la penúltima escena, Don Alfonso, a pesar de haber pedido el perdón divino, vuelve a “pecar” y mata a su hermana Leonor incrementando así su maldad y su actitud demoníaca, pues parece estar fuera de sí:
DON ALFONSO.-  ¡Ves al último de tu infeliz familia!
DOÑA LEONOR.-    (Precipitándose en los brazos de su hermano.)  ¡Hermano mío!... ¡Alfonso!
DON ALFONSO.-  (Hace un esfuerzo, saca un puñal, y hiere de muerte a LEONOR.)  ¡Toma, causa de tantos desastres, recibe el premio de tu deshonra!... Muero vengado.  (Muere.) 

En la última escena de la obra es donde el satanismo de don Álvaro adquiere su punto máximo. Pues tras quedar completamente solo, la locura se apiada de él y, horrorizado por haber vivido cuatro años cerca de Leonor sin saberlo, fuera de sí y desatado se sube a un risco y se suicida, pues cansado ya de buscar la muerte solo la encuentra de esta forma. Ya nada le importa, la vida para él no tiene ningún sentido si su amada no está junto a él.
PADRE GUARDIÁN.-  ¡padre Rafael!
DON ÁLVARO.-   (Desde un risco, con sonrisa diabólica, todo convulso,dice.) Busca, imbécil, al padre Rafael... Yo soy un enviado del infierno, soy el demonio exterminador... Huid, miserables.

El satanismo presente en don Álvaro se confirma con sus deseos al encomendarse al infierno directamente pidiendo que le abra sus puertas y se lo trague, y solicitando la desaparición de la raza humana:
 DON ÁLVARO.-  Infierno, abre tu boca y trágame! ¡Húndase el cielo, perezca la raza humana; exterminio, destrucción...!  (Sube a lo más alto del monte y se precipita.)


Con esta gran imagen repleta de dolor, horror, furia, locura desatada y, sobre todo, de satanismo, se pone fin a la obra de Don Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas, en la que todos los personajes principales han tenido un trágico destino final: la muerte.

 Satanismo

lunes, 12 de mayo de 2014

Don Carlos averigua la verdadera identidad de don Fadrique

Tras la trifulca de Don Carlos con los oficiales por hacer trampas en el juego de cartas, aparece don Álvaro para ayudar al hermano de doña Leonor. Ambos se presentan bajo un pseudónimo: don Carlos se presenta como don Félix y don Álvaro como don Fadrique y entablan una gran amistad hasta tal punto que, cuando don Álvaro cae herido en la batalla, don Carlos lo acompaña, no lo deja solo ni un momento y no quiere que se muera, pues don Álvaro le salvó a él del incidente con los oficiales:
DON CARLOS (Con expresión)      
            Que me deis
vuestro nombre a suplicaros
me atrevo. Y para obligaros,
primero el mío sabréis.
Siento no decir verdad: (Aparte.)
soy don Félix de Avendaña,
que he venido a esta campaña
sólo por curiosidad.
Soy teniente coronel,
y del general Briones
ayudante: relaciones
tengo de sangre con él.

DON ÁLVARO (Aparte)
¡Qué franco es, y qué expresivo! 
 Me cautiva el corazón

DON CARLOS
Me parece que es razón
que sepa yo por quién vivo,
Pues la gratitud es ley.
DON ÁLVARO
Soy… don Fadrique de Herreros,
capitán de granaderos
del regimiento del Rey.

 Es en este momento, en el que don Carlos empieza a sospechar de la identidad de don Álvaro.Primeramente, cuando le da ánimos al herido diciéndole que su pecho se adornará de la orden militar de Santiago o Calatrava, y don Álvaro reacciona de una forma muy agitada: ¿Qué escucho, qué? ¡Santo cielo! ¡Ah, no, no! ¡De Calatrava jamás, jamás...! ¡Dios eterno!. Tras despertar de un nuevo desmayo, el protagonista le pide al hermano de su amada que con una llave que él le dará abra una caja que hay en su maleta y queme unos papeles que hay dentro, pero sin leerlos. Tras esta orden, don Carlos queda pensativo y tiene curiosidad en saber qué hay en esos papeles que no pueden ser leídos. Y en forma de monólogo, debate él mismo si debe o no abrir esa caja y leer lo que contiene dentro, pues ya sospecha que don Fadrique no es verdaderamente quien dice ser:
DON CARLOS
¿Y de Calatrava el nombre
por qué así le horrorizó
cuando pronunciarlo oyó?...
¿Qué hallará en él que le asombre?
¡Sabrá que está deshonrado!...
Será un hidalgo andaluz…
¡Cielos!... ¡Qué rayo de luz
sobre mí habéis derramado
en este momento!... Sí.
¿Podrá éste ser el traidor,
de mi sangre deshonor,
el que a buscar vine aquí?
(Furioso y empuñando la espada)
¿Y aún respira?... No, ahora mismo a mis manos.

Finalmente, tras debatir si abrir o no la caja, la abre, y para no faltar a su palabra no toca el legajo que le dijo don Álvaro, sino que busca dentro de la caja otra pista que pueda sacarle de dudas si está ante el verdadero asesino de su padre o no.  Tras buscar, encuentra una cajita como de retrato y al abrirla ve que es una fotografía de su hermana Leonor. Sus sospechas hacia don Fadrique se han confirmado: en realidad es don Álvaro, el asesino de su padre y su hermano:
(Registrando la maleta.)
Si encontrar aquí pudiera
algún otro abierto indicio,
que sin hacer perjuicio
a mi opinión, me advirtiera...
(Sorprendido.)
¡Cielos!... lo hay... esta cajilla,
(Saca una cajita como de retrato.)
que algún retrato contiene,
(Reconociéndola.)
ni sello ni sobre tiene,
tiene sólo una aldabilla.
Hasta sin ser indiscreto
reconocerla me es dado:
nada de ella me han hablado,
ni rompo ningún secreto.
Ábrola, pues, en buen hora,
aunque un basilisco vea:
aunque para el mundo sea
caja fatal de Pandora.
(La abre, y exclama muy agitado)
¡Cielos!.. no... no me engañé,
esta es mi hermana Leonor...
¿para qué prueba mayor?...
Con la más clara encontré.
Ya está todo averiguado;
don Álvaro es el herido.


Tras saber la verdadera identidad de don Fadrique, don Carlos desea que el asesino de su padre muera, pero tras recapacitar, pide que viva para poder darle muerte él mismo en persona. También, piensa en matar a su hermana doña Leonor, pensamiento que más tarde, pasará a hacerse realidad a manos de su hermano don Alfonso, quien le clava un puñal:
DON CARLOS

Descubrirlo me conviene
con astucia y disimulo.
¡Cuán feliz será mi suerte
si la venganza y castigo
sólo de un golpe consigo,
a los dos dando la muerte!
Mas... ¡ah!... no me precipite
mi honra, cielos, ofendida.
Guardad a este hombre la vida
para que yo se la quite.


 Don Fadrique y don Carlos

Tercera jornada: monólogo de don Álvaro

En la escena número tres de la jornada tercera de Don Álvaro o la fuerza del sino asistimos a un monólogo del protagonista en el que se resaltan los rasgos característicos del Romanticismo desde el principio. Así pues, en la acotación se nos presenta a don Álvaro en un ambiente lúgubre, solitario, misterioso, melancólico, acorde con los sentimientos y estado de ánimo del personaje: El teatro representa una selva en una noche muy oscura. Aparece al fondo DON ÁLVARO, solo, vestido de capitán de granaderos; se acerca lentamente y dice con gran agitación”.

 Tras la supuesta muerte de doña Leonor (don Álvaro la cree muerta), el protagonista solo desea morir ya que es la única manera posible que él ve para estar junto a ella. La vida para él no tiene ningún sentido: es un peso insufrible, es una cárcel; además él es infeliz y solo puede recuperar su felicidad cuando se “reúna” con su amada. El destino trágico de don Álvaro lo llevará al suicidio tras ver cómo su amada es apuñalada por su hermano don Alfonso. Si prestamos más atención a las palabras de este personaje, podemos observar cómo compara la vida con una cárcel: “este mundo, qué calabozo profundo para el hombre desdichado a quien mira el cielo airado con su ceño furibundo”, rasgo característico del romanticismo, en el que la persona intenta escapar, evadirse de la realidad que le rodea pero no puede. Esa vida es una carga para aquella persona (como él, que nace con un destino terrible) y se hace eterna, dura, con grandes sufrimientos y amarga: Parece, sí, que a medida que es más dura y más amarga, más extiende, más alarga el destino nuestra vida”. En contraposición con esta vida larga de los infelices, de los que sufren, encontramos la vida breve que poseen las personas felices. A continuación, en su soliloquio podemos contemplar una alusión al monólogo de Segismundo dentro de la obra La vida es sueño de Calderón de la Barca, ya que al igual que el personaje calderoniano, nuestro protagonista también se queja de haber nacido: “¡terrible cosa es nacer!”.

 Como ya hemos comentado antes, el infeliz de don Álvaro solo desea morir para reunirse con doña Leonor, e incluso viaja a Italia como soldado para luchar en la contienda con el fin de morir en ella, pero solo resultó herido:¿Qué tengo de Italia en pro? ¿Qué tengo? ¡Terrible suerte! Que en ella reina la muerte y a la muerte busco yo.

Tras afirmar que solo disfrutó de un día de placer que fue cuando nació, nos desvela su verdadero origen, hasta entonces desconocido y su temperamento amoroso y de ambición ardiente: allá en la abrasada zona con la espléndida corona del imperio de Occidente, amor y ambición ardiente me engendraron de concierto. Tras esta revelación, don Álvaro vuelve a hacer hincapié en la idea de la vida como una cárcel en la que él está preso. Sevilla y su río le traen malos recuerdos que lo atormentan, ya que ahí es donde conoce a doña Leonor y de donde tienen que huir tras la muerte accidental del padre de ella: ¡¡Sevilla!! ¡¡Guadalquivir!! ¡Cuán atormentáis mi mente!... ¡Noche en que vi de repente mis breves dichas huir! ¡Oh qué carga es el vivir!”.

El protagonista finaliza su monólogo suplicando a doña Leonor que lo socorra y lo ayude para estar junto a ella. Esta escena final nos recuerda a las palabras que don Juan le dirige a su amada doña Inés en Don Juan Tenorio:
 “¡Oh, doña Inés de mi vida! 
Si esa voz con quien deliro 
es el postrimer suspiro 
de tu eterna despedida 
si es que de ti desprendida 
llega esa voz a la altura, 
y hay un Dios tras esa anchura 
por donde los astros van, 
dile que mire a Don Juan 
llorando en tu sepultura”

Por tanto podemos concluir que en este monólogo vemos a un don Álvaro que desea la muerte por encima de todo para poder reunirse con su amada y ser feliz. La vida le parece eterna, una cárcel de la que no puede escapar, su destino finalmente será trágico (se suicida ya que su amada Leonor y toda su familia muere y él se siente culpable de las muertes de estos últimos). Todo este soliloquio se da en un ambiente característico del romanticismo: en una selva oscura, de noche y en soledad, que es acorde con el estado anímico del protagonista.

 Suicidio


Don Álvaro o la fuerza del sino, Duque de Rivas

¿Quién no ha oído hablar alguna vez de Don Álvaro, uno de los personajes más ilustres del teatro romántico español? Es un indiano rico y con un origen misterioso, uno de los hombres más admirados en Sevilla, que está enamorado y quiere casarse con doña Leonor, hija del marqués de Calatrava, quien se opone rotundamente al casamiento por considerar a don Álvaro un forastero aventurero. Los enamorados planean su fuga para poder casarse pero el padre de doña Leonor los sorprende justo antes de huir, pero muere accidentalmente al dispararse la pistola que había arrojado don Álvaro al suelo al no querer pelear con su suegro.
Tras esta desgracia, doña Leonor decide pasar una vida retirada como penitencia en un convento de la serranía de Córdoba; y don Álvaro, que cree que su amada está muerta, se marcha a Italia, como soldado. Allí, en Veletri, conoce a don Carlos (uno de los hermanos de doña Leonor que también es militar) con el que entabla una bonita amistad hasta que finalmente, don Carlos reconoce al asesino de su padre, y lo reta a un duelo de muerte en el que este pierde la vida. 
Don Álvaro es arrestado por haber infringido la ley que prohíbe los desafíos, pero en un ataque del ejército enemigo es liberado. Lucha con sus compañeros en busca de la muerte pero no lo consigue, así que vuelve a España y se refugia en el convento de los Ángeles donde pasará cuatro años.
El otro hermano de doña Leonor, don Alfonso, se entera que don Álvaro se encuentra en el convento  de los Ángeles y decide ir en su búsqueda para vengar las muertes de su familia. Se baten en duelo y don Alfonso cae en el suelo herido, pero antes de morir, pide confesarse, así que don Álvaro lo lleva a una gruta que sirve de ermita y allí se encuentran con doña Leonor. Don Álvaro, se alegra al ver que su amada no estaba muerta, pero don Alfonso cree que los enamorados han estado juntos durante todo este tiempo (¡Oh furia!... Ella es… ¡Estaba aquí con su seductor!...¡Hipócritas!... ¡Leonor!) y cuando doña Leonor se acerca para socorrerle, la apuñala hasta que fallece, diciéndole: Toma, causa de tantos desastres, recibe el premio de tu deshonra... Muero vengado.
Don Álvaro desesperado, loco,agitado por la muerte de su amada doña Leonor y la de toda su familia decide finalmente suicidarse arrojándose desde lo alto de un monte gritando: Busca, imbécil, al padre Rafael… Yo soy un enviado del infierno, soy el demonio exterminador… Huid, miserables. ¡Infierno, abre tu boca y trágame! ¡Húndase el cielo, perezca la raza humana; exterminio, destrucción!

 Muerte de Leonor


Esta obra dramática dividida en cinco actos, fue estrenada en el Teatro Príncipe de Madrid, en marzo de 1835. Era una obra que resultaba demasiado revolucionaria para la escena española en aquellos tiempos, a pesar de haberse representado antes obras románticas. Algunas revistas como El Correo de las Damas y algunos periódicos fueron muy duros con las críticas de esta obra, pero no por ello dejó de representarse en escena (hasta diecisiete veces en un mismo año), convirtiéndose así en una de las obras más representadas en Madrid y con éxito corroborado.


Como toda buena obra literaria, no podía faltar una película basada en ella. Por ello, como aportación curiosa, os dejo el enlace a una película que se realizó en 1908 con un gran elenco de actores como Ana María Vidal, Francisco Valladares, José María Escuer y Álvaro de Luna, entre otros. Tras ver la película habrá que pensar en la típica pregunta que nos hacemos cuando hemos leído un libro y hemos visto una versión cinematográfica del mismo: ¿qué es mejor la película o el libro?

Libro Don Álvaro

 Don Álvaro

Véanla, y juzguen ustedes mismos.



Bienvenido, querido lector

Este blog ha sido creado con el fin de dar a conocer diversas obras dramáticas de nuestra literatura española y poderlas comentar, analizar y sobre todo disfrutar al leerlas gracias a la asignatura que se cursa en el Grado de Filología hispánica “Los géneros en la literatura en lengua española: el teatro” en la Universidad de Cádiz.
Asimismo, se intentará que cada entrada contenga fragmento de los textos o alguna imagen representativa, impactante, curiosa acerca de lo que se trate en dicha publicación.

Sin más, me despido esperando que el blog sea de su agrado y disfrute inmerso en este mundo de fantasía y realidad como es el teatro.


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